miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cosmogénesis


Según las teorías cosmológicas vigentes en la actualidad, la génesis “estudiable” del Universo (y acotamos “estudiable”, pues la Física solo puede remitirse en el tiempo hasta llegar al llamado “tiempo de Planck”, 10 -43 segundos), la debemos sondear en la aparición de la materia inerte a partir de lo que se ha venido en denominar una “singularidad” o “único punto matemático”, un “punto de inoperancia” de los elementos, para, desde el “no-tiempo”, llegar al “tiempo de Planck”, y, de él, a este multifacético Universo en continuo desarrollo y evolución.

La Radiación de Fondo de Microondas que surca el espacio (3°K, unos -270°C),va a constituir una realidad solo explicable desde los postulados del Big Bang, constituyendo una especie de eco del “instante” en que aparece en la escena cósmica el espacio y el tiempo, la materia y la energía.

El Big Bang es postulado por los astrofísicos como la aparición, en medio de un “vacío absoluto”, de un “punto” único de máxima potencia. En el mismo instante de su aparición, este “punto”, en el que se encontraba contenida toda la materia, el espacio, la energía y el tiempo, estalló esparciendo su contenido en todas direcciones (no es que los elementos se esparzan y alejen unos de otros “a través” del espacio, sino que es el propio espacio-tiempo el que se expande, y, con este, los elementos en él contenidos). El tiempo, por tanto, tuvo un principio. Pero, ¿por qué podemos afirmar que el tiempo ha tenido un principio?

Según la Teoría General de la Relatividad , en el “instante” que llamamos Big Bang, el Universo se encontraría en un estado de “volumen cero”. Su densidad alcanzaría, por tanto, un valor infinito, al igual que la curvatura espacio-tiempo. Ese “punto” es lo que se conoce como una “singularidad” o “único punto matemático”; y se acota “matemático”, por la sencilla razón de que en este el propio espacio está contenido (de ahí que aún no “opere”), de modo que no podamos hablar de dimensiones “físicas” o “geométricas”.

Ahora bien, las matemáticas no pueden manejar números infinitos, por lo que la Teoría General de la Relatividad predice que debe existir un “punto” en el Universo donde esta teoría no tiene consistencia. En realidad casi toda teoría científica está formulada bajo la suposición de que el espacio-tiempo es uniforme y casi plano, de modo que ninguna es capaz de sobrevivir en un punto como el descrito. La “singularidad” será, pues, un “punto” en el que el espacio y el tiempo desaparecen (no es que se hagan cero, sino que, como tal, son inoperantes).

Pero, en el instante anterior al Big Bang (si es que se puede hablar de “instante”, puesto que el tiempo aún no opera), no existe Universo alguno y se mantienen latentes las mismas preguntas que se ha formulado el hombre de generación en generación, aunque ahora en un eslabón anterior de la cadena: ¿cuál es la Causa Primera de la existencia del Universo?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?

Estas preguntas exceden las ciencias empíricas en cualquiera de sus campos, pues antes de la llamada “singularidad” o “único punto matemático” (más aún, entre esa “singularidad” y el llamado “tiempo de Planck”), no existe objeto de estudio afín a ellas; sería como cuestionar a la Biología acerca de lo anterior a la vida, en cualquiera de sus facetas.

En este sentido, no se trata únicamente de saber cómo o cuándo ha surgido materialmente el Universo, sino, además, de descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, por un destino ciego, por una necesidad anónima, o bien por un Logos, por una Racionalidad Creadora, inmanente y trascendente al Universo mismo.

A partir de esto se han postulado dos consideraciones: primero, considerar el Universo como un ente “objeto” que llega a ser. Segundo, la consideración del Universo como “no objeto”, es decir, como autocontenido.

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