En 1972, en una revista clandestina se publicó una oración encontrada en el bolsillo de la chaqueta del soldado Aleksander Zacepa, compuesta poco antes de la batalla en la que perdió al vida en la Segunda Guerra Mundial. Dice así:
¡Escucha, oh Dios! En mi vida no he hablado ni una sola vez contigo,
pero hoy me vienen ganas de hacer fiesta.
Desde pequeño me han dicho siempre que Tú no existes...
Y yo, como un idiota, lo he creído.
Nunca he contemplado tus obras,
pero esta noche he visto desde el cráter de una granada el cielo lleno de estrellas
y he quedado fascinado por su resplandor.
En ese instante he comprendido qué terrible es el engaño...
No sé, oh Dios, si me darás tu mano,
pero te digo que Tú me entiendes...
¿No es algo raro que en medio de un espantoso infierno
se me haya aparecido la luz y te haya descubierto?
No tengo nada más que decirte.
Me siento feliz, pues te he conocido.
A medianoche tenemos que atacar,
pero no tengo miedo,
Tú nos ves.
¡Han dado la señal!
Me tengo que ir.
¡Qué bien se estaba contigo!
Quiero decirte, y Tú lo sabes, que la batalla será dura:
quizá esta noche vaya a tocar a tu puerta.
Y si bien hasta ahora no he sido tu amigo, cuando vaya,
¿me dejarás entrar?
Pero, ¿qué me pasa? ¿Lloro?
Dios mío, mira lo que me ha pasado.
Sólo ahora he comenzado a ver con claridad...
Dios mío, me voy... Será difícil regresar.
¡Qué raro!, ahora la muerte no me da miedo".
Dios puede salir a nuestro encuentro en cualquier momento y en cualquier situación, Él trabaja siempre (Jn 5, 15-18) y sólo espera a que libremente le abramos el corazón.
Un hecho tan sencillo como mirar las estrellas, algo que posiblemente este soldado habría hecho más de una vez en su vida, se convierte en un encuentro con Dios. Cabe preguntarse ¿cómo es eso?, ¿qué ha cambiado?
En mi opinión creo que la clave está en cambiar el verbo, de mirar a contemplar, dejarse interpelar por la misteriosa belleza de todo lo creado, belleza que canta las glorias de su Creador.
La contemplación nos lleva a bucear en nuestro corazón donde, como diría Santa Teresa, Él secretamente mora, y esto es una experiencia que puede transformar al hombre y elevarlo a Dios.
Todo lo dicho presupone libertad, la libre disposición del hombre de querer encontrar a Dios porque, recordemos, sin libertad no hay amor y sin amor no se puede encontrar a Dios.
Un hecho tan sencillo como mirar las estrellas, algo que posiblemente este soldado habría hecho más de una vez en su vida, se convierte en un encuentro con Dios. Cabe preguntarse ¿cómo es eso?, ¿qué ha cambiado?
En mi opinión creo que la clave está en cambiar el verbo, de mirar a contemplar, dejarse interpelar por la misteriosa belleza de todo lo creado, belleza que canta las glorias de su Creador.
La contemplación nos lleva a bucear en nuestro corazón donde, como diría Santa Teresa, Él secretamente mora, y esto es una experiencia que puede transformar al hombre y elevarlo a Dios.
Todo lo dicho presupone libertad, la libre disposición del hombre de querer encontrar a Dios porque, recordemos, sin libertad no hay amor y sin amor no se puede encontrar a Dios.
Esa noche el soldado Aleksander Zacepa perdió la vida en combate... ¿o la encontró?
¡¡¡Que oración tan bellísima!!!
ResponderEliminarTodo me ha dejado llena de lo que hoy falta y los vellos de punta.
¡Qué alegría haberte encontrado yo también a ti! Pídele al Señor seguir así toda tu vida.
Gracias, gracias, gracias
Qué historia más bonita, Andy. Me recordó la historia de un soldado español en Afganistán, al que sus padres y amigos nunca hablaron de Dios. Hizo amistad con el capellán de la misión española, habló mucho con él, se bautizó, confesó y comulgó, todo en el mismo día, y muy poco después su coche pisó una mina y le mató.
ResponderEliminarTambién me recordó una historia un poco cínica de un soldado ateo que también va a entrar en batalla y dice "Dios -si es que existes- salva mi alma -si es que la tengo-".
Capuchino, no sabes cuantísimo me alegro de haber contribuído a alegrarte un poquito hoy, todo con la ayuda del Señor.
ResponderEliminarQue Él te bendiga.
Muchas gracias por tus amables palabras.
Fernando, muchas veces, en situaciones límites, el hombre no tiene más remedio que rendirse a esa pulsión interna y clamar a ese Dios que le resulta extrañamente familiar.
Ante la desconcertante proximidad de la muerte pueden darse esas situaciones, también pueden no darse... y ¡hasta puede ocurrir esto último que nos relatas!
Muchas gracias por compartir esas historias aquí.
Un abrazo.
El soldado, cuya tarea es enfrentarse, un día sí y otro también, a la muerte, necesita quizá más que nadie al Dios que dota de dimensión trascendente al sacrificio de la vida. De ahí, por ejemplo, tantas tradiciones que vinculan a distintas unidades de nuestras FFAA con manifestaciones religiosas, como la Legión y el Cristo de Mena, etc. Y de ahí también que ZP, cuya intención no es otra que laminar nuestras FFAA, haya puesto a la Chacón para acabar con tales tradiciones.
ResponderEliminarTodos necesitamos a Dios, pero es cierto que personas que se enfrentan todos los días a la muerte, como los soldados, necesitan tener presente esa ligazón, esa dimensión trascendente que da sentido al sacrificio y a la muerte.
ResponderEliminarComo dice un himno de nuestro ejército "la muerte no es el final".
Gracias por comentar.
Pues te voy a decir una cosa que quizá no sepas. Esa carta la llevaba en el bolsillo Ronald Reagan una vez que se encontró Gorbachov en unas conversaciones sobre desarme, cuando ambos eran presidentes. Se la leyó y le habló de Dios, con ánimo de removerle, y le pidió después que respetara la libertad religiosa. estaba convencido de que era el mejor camnino hacia la libertad.
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