Aunque no podemos "demostrar" que Dios exista sí que es posible alcanzar una certeza moral de su existencia. De las dos cuestiones que se planteó la Filosofía antigua, la medieval y, en gran medida, también la moderna- An Deus sit?; Quid Deus sit? (¿Existe Dios? ¿Qué o Quién es Dios?)- la más grave y fundamental, hoy es la primera: ¿Existe Dios? O con mayor radicalidad todavía: la pregunta sobre Dios, ¿es legítima? ¿tiene sentido preguntarse por Dios? ¿no es Dios alguien que nos resuelve una serie de problemas que no tendríamos si nos olvidáramos de dicha cuestión?
Cuando decimos "Dios" hablamos del Misterio que todo lo funda y que todo lo sostiene; del Misterio inefable. Cierto es que nadie puede probarme o demostrarme que existe Dios, pero tampoco nadie puede probarme o demostrarme que Dios no existe, ya que Dios no es objeto de demostración, en el sentido fuerte de este término. Sin embargo, la razón puede llevarme a una certeza moral de su existencia trascendente, "más allá" de lo verificable.
Él hace posible al mundo, pero no es un objeto más del mundo ni junto al mundo. Hace posible la libertad, la inteligencia y la capacidad de amar, pero ni cabe en nuestro pensamiento ni nuestra imaginación puede darle un rostro. Él es el Misterio inabarcable, que todo lo funda y lo sostiene, y a su lado, "las naciones son como gotas de agua en un cubo, como granos de arena en la balanza; los pueblos todos, como polvo que se agita" (Is 40,15)
Cuando el hombre analiza detenidamente el conjunto de lo real, descubre muchas razones para creer (el origen del universo, la vida, el ser humano...) Cierto que ninguna de ellas, si se las toma por separado, es decisiva (pero esto ocurre en todos los saberes), pero la convergencia de todas consigue dar al conjunto una fuerza de una convicción formidable. Sucede con dichas razones algo semejante a lo que acontece con el conjunto de los frágiles hilos que componen el cable que mantiene amarrado al buque en el puerto: tan formidablemente sólido es, sin embargo, el resultado de miles de hilos que, cuando se los contempla de uno en uno y por separado, son muy finos y muy frágiles.
Por eso decimos que creer en Dios es una opción razonable y bien fundada: porque se apoya en diversos motivos capaces de ser analizados y "vistos" por la razón y que, considerados en su conjunto, suscitan en el ánimo del sujeto una sólida certeza moral. Aunque no podemos demostrar- en el sentido que tiene este término en el campo de las ciencias- que Dios existe podemos, no obstante, mostrarle. Como dice el Vaticano I, podemos conocerle con la luz de la razón, pues tenemos argumentos intelectualmente serios para detectar su presencia y para invitarnos a permanecer a la espera, pues es Él quien se nos adelanta siempre y quien sale a nuestro encuentro por el camino de la razón.
Cuando decimos "Dios" hablamos del Misterio que todo lo funda y que todo lo sostiene; del Misterio inefable. Cierto es que nadie puede probarme o demostrarme que existe Dios, pero tampoco nadie puede probarme o demostrarme que Dios no existe, ya que Dios no es objeto de demostración, en el sentido fuerte de este término. Sin embargo, la razón puede llevarme a una certeza moral de su existencia trascendente, "más allá" de lo verificable.
Él hace posible al mundo, pero no es un objeto más del mundo ni junto al mundo. Hace posible la libertad, la inteligencia y la capacidad de amar, pero ni cabe en nuestro pensamiento ni nuestra imaginación puede darle un rostro. Él es el Misterio inabarcable, que todo lo funda y lo sostiene, y a su lado, "las naciones son como gotas de agua en un cubo, como granos de arena en la balanza; los pueblos todos, como polvo que se agita" (Is 40,15)
Cuando el hombre analiza detenidamente el conjunto de lo real, descubre muchas razones para creer (el origen del universo, la vida, el ser humano...) Cierto que ninguna de ellas, si se las toma por separado, es decisiva (pero esto ocurre en todos los saberes), pero la convergencia de todas consigue dar al conjunto una fuerza de una convicción formidable. Sucede con dichas razones algo semejante a lo que acontece con el conjunto de los frágiles hilos que componen el cable que mantiene amarrado al buque en el puerto: tan formidablemente sólido es, sin embargo, el resultado de miles de hilos que, cuando se los contempla de uno en uno y por separado, son muy finos y muy frágiles.
Por eso decimos que creer en Dios es una opción razonable y bien fundada: porque se apoya en diversos motivos capaces de ser analizados y "vistos" por la razón y que, considerados en su conjunto, suscitan en el ánimo del sujeto una sólida certeza moral. Aunque no podemos demostrar- en el sentido que tiene este término en el campo de las ciencias- que Dios existe podemos, no obstante, mostrarle. Como dice el Vaticano I, podemos conocerle con la luz de la razón, pues tenemos argumentos intelectualmente serios para detectar su presencia y para invitarnos a permanecer a la espera, pues es Él quien se nos adelanta siempre y quien sale a nuestro encuentro por el camino de la razón.
-En este punto recomiendo, por su carácter serio y divulgativo, el dvd "De la ciencia a Dios", del Padre Manuel Carreira, SJ, Astrofísico, editados por la fundación EUK Mamie. Aquí os dejo el enlace De la ciencia a Dios
Suscribo la recomendación del vídeo de Manuel Carreira; en efecto, se trata de un programa muy instructivo, a la par que al alcance del espectador ignorante, como yo mismo. A quienes tengan algún interés en el tema, no les aburrirá y,probablemente, les será de provecho. Un saludo a todos.
ResponderEliminarEl tema será para algunos difícil, penoso y lo que quieras, pero no para mí que tengo la certeza que con solo abrir los ojos cada mañana y ver las maravillas del universo pienso y hablo con Él.
ResponderEliminarExiste para mí porque lo siento en cada paso que doy, en cada cosa que ven mis ojos y en la capacidad que tengo para amar. Sin Él no sería nada.
Un abrazo
PAINted, muchísimas gracias por comentar y recomendar los vídeos del Padre Manuel. También le doy las gracias por su santa y abundante paciencia para conmigo.
ResponderEliminarCristina, yo comparto tu opinión... es ver el sol, las plantas, las estrellas, el mar... y tener que decir "la creación canta las glorias de su Creador".
Un abrazo grande para los dos, gracias por comentar.