lunes, 18 de julio de 2011

La bondad de Dios

Hoy he leído un post del teólogo Martín Gelabert, OP que me ha parecido muy alegre y, por esa razón, quiero compartirlo con todos ustedes.

En él habla de la bondad de Dios, pero también del conocimiento analógico propio de la teología, del que hablé en la serie de post sobre las representaciones de Dios









Todo lo que decimos de él, se queda corto ante la realidad de su ser. Por este motivo, de Dios y su bondad sólo se puede hablar a base de parábolas, de imágenes abiertas que remiten más allá de ellas. Así hablaba Jesús de Dios: “se parece a”. O sea, en el parecido tenemos una línea indicativa, pero la realidad es mucho mayor, tanto que no podemos imaginarla. ¿A qué se parece un Dios bueno? Al propietario de un campo que ofrece el mismo salario a los trabajadores de la última hora que a los que se han esforzado todo el día (Mt 20,1-15).

Eso choca con nuestra sensibilidad social, pero también chocó a quienes lo escucharon por primera vez. ¡Dios es así! ¡Igual de bueno con todos, aunque no todos seamos igual de buenos con él! Su amor no es como el nuestro, que siempre funciona a base de comparaciones, de más y de menos, de celos y rivalidades. Su amor tampoco está condicionado por respuesta alguna. La parábola quiere hacernos descubrir un mundo extraño, sorprendente, que no se refiere sólo a Dios, sino también a nosotros, al mostrarnos una nueva posibilidad de vida en medio de lo cotidiano. Nosotros, al escuchar la parábola, estamos invitamos a ser como Dios. Más aún, sólo la comprendemos cuando buscamos el modo de repetirla en nuestra vida.

La bondad del Padre Dios es tan sorprendente que Jesús llega a decir que “es bondadoso con los malos y desagradecidos” (Lc 6,35). No es bueno porque le gusta o, al menos, porque no le importa que sean malos y desagradecidos, sino porque su bondad y su amor son incondicionales. Como es bueno no le gusta que nosotros seamos malos, quiere que seamos como él. Y no le gusta que seamos malos porque el mal sólo conduce a la catástrofe.

Por eso, Él nunca actúa con maldad. Dios no hace daño a los pecadores, son los pecadores los que se hacen daño a sí mismos. Dios busca el bien de todos, y así “hace salir su sol sobre malos y buenos” (Mt 5,45). Además, quiere darles tiempo para que se conviertan y enmienden, porque no quiere que nadie perezca. Su bondad se manifiesta en la paciencia que tiene con todos (cf. 2 Pe 3,9), aprovechando cualquier resquicio y oportunidad para orientar nuestra vida hacia el bien. Porque nos quiere felices. Y sólo en el bien, en la bondad, hay felicidad.


Martín Gelabert Ballester, OP

4 comentarios:

  1. La bondad del Padre Dios es tan sorprendente. Mil gracias sólo queda decir que la bondad y el amor de DIOS son eterno muy unidos en oración y un abrazo y GRACIAS

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  2. Solo puedo expresarte mi gratitud por la visión que siempre nos ofreces de Dios. Nunca podemos cansarnos de descubrirlo, bajo millones de puntos de vista, con nuevos perfiles y ángulos, con nuevas palabras, siempre acabaremos en una sola definición. ¡DIOS ES AMOR!
    Fantástico. Un fuerte abrazo

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  3. Muy profundo.

    Es raro, Andy, a veces después de decir uno los pecados al confesor, éste se pone a hablar de la bondad de Dios, de su amor. Supongo que ellos sabrán que cuando uno va agobiado por su pecados es conveniente resaltar la bondad divina, en vez de la severidad del juicio.

    Muy bonito texto, en todo caso.

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  4. Lourdes, gracias a ti, siempre.

    Angelo, de verdad, con comentarios como el tuyo uno se anima. Muchísimas gracias por tus amables palabras. Son un estímulo.

    Fernando, para contrarrestar el pecado y sus efectos lo que se necesita es la inmensa misericordia del Señor, su amor.

    El juicio de Dios es un juicio en y desde el amor.

    Gracias a todos.

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