Me dispongo a contaros una historia tan real como sorprendente pero, considero oportuno, aclarar antes una cuestión que es fundamental en la misma; ¿Qué es un milagro?
-En primer lugar diremos que el gran milagro de Dios es Jesucristo, la Palabra, el Hijo que se ha hecho humano como nosotros y por nosotros. Él es el inicio de la nueva creación y la plenitud de todo cuanto existe. Dejando esto claro podemos seguir a René Latourelle y afirmar que el milagro "representa entonces una anticipación al orden escatológico, cuando haya un cielo nuevo y un mundo nuevo: Es el futuro que invade el presente y le da su sentido, puesto que se manifiesta ya la dynamis transformadora de Dios actuando en nuestro mundo".
-En efecto, el milagro es pues muestra de la misericordia y del amor que Dios nos tiene, es una prenda de esperanza que nos trasmite el siguiente mensaje "estoy con vosotros, el mal será vencido en el futuro que os tengo preparado"; en definitiva los milagros son cauces de una llamada de Dios y de su presencia, es por ello que al milagro físico suele sucederle el milagro moral, la conversión.
Comencemos con la historia:
El 28 de mayo de 1902, Marie Bailly, enferma de peritonitis tuberculosa, moribunda, era una peregrina más al santuario de la Virgen de Lourdes. Con ella viajaba el joven médico Alexis Carrel, que estudió la enfermedad de la mujer y llegó a afirmar con cierta ironía “si esta mujer se cura en Lourdes yo me meto a monje”.
Llegados por fin a destino, se introdujo la mujer en el agua con ayuda de unas enfermeras y quedó instantáneamente curada. A partir de aquí se inició un proceso habitual y perfectamente establecido, que inicia el Bureau Medical de Lourdes, creado en 1884 como organismo científico integrado por especialistas creyentes, agnósticos y ateos, y que estudia si una curación va técnicamente o no en contra de las leyes de la medicina. En 1947 su capacidad de estudio se reforzó con la aparición de la Comission Médicale Internationale.
Establecida la realidad de la enfermedad, la curación, la imposibilidad de dar una explicación natural y la ausencia de recaída, una comisión canónica designada al efecto por la Iglesia dictamina si el hecho debe ser considerado o no milagro, entre otras cosas porque haya ocurrido en relación a circunstancias religiosas tales como la oración ferviente. Para los procesos de canonización, el comité médico se llama Consulta Médica y su modus operandi es bastante similar.
Nada más (ni nada menos) habría ocurrido aquel 28 de mayo si no hubiese estado cerca del acontecimiento admirable el joven médico francés, Alexis Carrel, que quedó profundamente impresionado.
Carrel había estudiado en los jesuitas de Lyon, pero ya en 1902 era más que escéptico frente a temas religiosos. Acompañó la peregrinación a Lourdes de Marie, como médico de oficio, habiendo declarado poco antes que "el milagro es un absurdo, es cierto; pero si en condiciones bien concretas se llega a comprobar con certeza, es preciso admitirlo".
En un libro que escribiría años más tarde, titulado "Mi viaje a Lourdes", narró la experiencia y cómo por ella se convirtió al catolicismo: el milagro físico dio como fruto el milagro moral de su conversión.
Poco tiempo después, emigró a los Estados Unidos, donde trabajó primero en el Laboratorio de Fisiología de la Universidad de Chicago, y desde 1906 en el prestigioso Instituto Rockefeller de Investigación Médica, actualmente en funcionamiento.
Alexis Carrel fue el primero en coser con éxito vasos sanguíneos –desarrollando una técnica que impedía la coagulación de la sangre– y en llevar a cabo transfusiones de sangre. Desarrolló las primeras técnicas de cultivo de tejidos y órganos separados del cuerpo, que le permitieron comenzar a trabajar en el transplante de órganos, siendo pionero en este campo hoy tan conocido. Por estos exitosos estudios le fue concedido el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1912 ¡a un agnóstico convertido al catolicismo que creía en los milagros de Lourdes! Su fecunda actividad científica no terminó aquí, si no que continuó intensamente en años posteriores.
Durante la Primera Guerra Mundial descubrió una sustancia que evitaba la infección de las heridas de los combatientes: la solución Carrel-Dankin. Más tarde y en colaboración con el primer aviador que cruzaría el Atlántico, Charles A. Lindbergh, fabricó un corazón artificial para mantener vivos fuera del donante los órganos a transplantar.
Para finalizar os dejo lo que escribió en su diario la misma noche de la curación:
"Virgen Santa, socorro de los desgraciados que te imploran humildemente, sálvame. Creo que Tú has querido responder a mi duda con un gran milagro. No lo comprendo, y dudo todavía. Pero mi gran deseo y el objeto supremo de todas mis aspiraciones es ahora creer, creer apasionadamente y ciegamente, sin discutir ni criticar nunca más. Tu nombre es más bello que el sol de la mañana. Acoge al inquieto pecador que, con el corazón turbado y la frente surcada por las arrugas, se agita corriendo tras las quimeras. Bajo los profundos y duros consejos de mi orgullo intelectual yace, desgraciadamente ahogado todavía, un sueño, el más seductor de todos los sueños: el de creer en Ti y el de amarte como aman los monjes de alma pura".
-En primer lugar diremos que el gran milagro de Dios es Jesucristo, la Palabra, el Hijo que se ha hecho humano como nosotros y por nosotros. Él es el inicio de la nueva creación y la plenitud de todo cuanto existe. Dejando esto claro podemos seguir a René Latourelle y afirmar que el milagro "representa entonces una anticipación al orden escatológico, cuando haya un cielo nuevo y un mundo nuevo: Es el futuro que invade el presente y le da su sentido, puesto que se manifiesta ya la dynamis transformadora de Dios actuando en nuestro mundo".
-En efecto, el milagro es pues muestra de la misericordia y del amor que Dios nos tiene, es una prenda de esperanza que nos trasmite el siguiente mensaje "estoy con vosotros, el mal será vencido en el futuro que os tengo preparado"; en definitiva los milagros son cauces de una llamada de Dios y de su presencia, es por ello que al milagro físico suele sucederle el milagro moral, la conversión.
Comencemos con la historia:
El 28 de mayo de 1902, Marie Bailly, enferma de peritonitis tuberculosa, moribunda, era una peregrina más al santuario de la Virgen de Lourdes. Con ella viajaba el joven médico Alexis Carrel, que estudió la enfermedad de la mujer y llegó a afirmar con cierta ironía “si esta mujer se cura en Lourdes yo me meto a monje”.
Llegados por fin a destino, se introdujo la mujer en el agua con ayuda de unas enfermeras y quedó instantáneamente curada. A partir de aquí se inició un proceso habitual y perfectamente establecido, que inicia el Bureau Medical de Lourdes, creado en 1884 como organismo científico integrado por especialistas creyentes, agnósticos y ateos, y que estudia si una curación va técnicamente o no en contra de las leyes de la medicina. En 1947 su capacidad de estudio se reforzó con la aparición de la Comission Médicale Internationale.
Establecida la realidad de la enfermedad, la curación, la imposibilidad de dar una explicación natural y la ausencia de recaída, una comisión canónica designada al efecto por la Iglesia dictamina si el hecho debe ser considerado o no milagro, entre otras cosas porque haya ocurrido en relación a circunstancias religiosas tales como la oración ferviente. Para los procesos de canonización, el comité médico se llama Consulta Médica y su modus operandi es bastante similar.
Nada más (ni nada menos) habría ocurrido aquel 28 de mayo si no hubiese estado cerca del acontecimiento admirable el joven médico francés, Alexis Carrel, que quedó profundamente impresionado.
Carrel había estudiado en los jesuitas de Lyon, pero ya en 1902 era más que escéptico frente a temas religiosos. Acompañó la peregrinación a Lourdes de Marie, como médico de oficio, habiendo declarado poco antes que "el milagro es un absurdo, es cierto; pero si en condiciones bien concretas se llega a comprobar con certeza, es preciso admitirlo".
En un libro que escribiría años más tarde, titulado "Mi viaje a Lourdes", narró la experiencia y cómo por ella se convirtió al catolicismo: el milagro físico dio como fruto el milagro moral de su conversión.
Poco tiempo después, emigró a los Estados Unidos, donde trabajó primero en el Laboratorio de Fisiología de la Universidad de Chicago, y desde 1906 en el prestigioso Instituto Rockefeller de Investigación Médica, actualmente en funcionamiento.
Alexis Carrel fue el primero en coser con éxito vasos sanguíneos –desarrollando una técnica que impedía la coagulación de la sangre– y en llevar a cabo transfusiones de sangre. Desarrolló las primeras técnicas de cultivo de tejidos y órganos separados del cuerpo, que le permitieron comenzar a trabajar en el transplante de órganos, siendo pionero en este campo hoy tan conocido. Por estos exitosos estudios le fue concedido el Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1912 ¡a un agnóstico convertido al catolicismo que creía en los milagros de Lourdes! Su fecunda actividad científica no terminó aquí, si no que continuó intensamente en años posteriores.
Durante la Primera Guerra Mundial descubrió una sustancia que evitaba la infección de las heridas de los combatientes: la solución Carrel-Dankin. Más tarde y en colaboración con el primer aviador que cruzaría el Atlántico, Charles A. Lindbergh, fabricó un corazón artificial para mantener vivos fuera del donante los órganos a transplantar.
Para finalizar os dejo lo que escribió en su diario la misma noche de la curación:
"Virgen Santa, socorro de los desgraciados que te imploran humildemente, sálvame. Creo que Tú has querido responder a mi duda con un gran milagro. No lo comprendo, y dudo todavía. Pero mi gran deseo y el objeto supremo de todas mis aspiraciones es ahora creer, creer apasionadamente y ciegamente, sin discutir ni criticar nunca más. Tu nombre es más bello que el sol de la mañana. Acoge al inquieto pecador que, con el corazón turbado y la frente surcada por las arrugas, se agita corriendo tras las quimeras. Bajo los profundos y duros consejos de mi orgullo intelectual yace, desgraciadamente ahogado todavía, un sueño, el más seductor de todos los sueños: el de creer en Ti y el de amarte como aman los monjes de alma pura".
¡¡¡Andy!!! He estado leyendo la maravillosa historia en la sobremesa tomando café con una hermana mía, madre del curita, que se llama, casualmente, Lourdes. Creo que, todos, estamos en gracia de Dios. Una historia, realmente, maravillosa con dos maravillosos milagros.
ResponderEliminar¡¡¡Eres un trocito de cielo puesto en la tierra!!!.
Un abrazo de todos nosotros, incluyendo a Lourdes, mi hermana.
Gracias amigo Andhi por presentarnos esta conversión que ya conocía , pues como ya sabes fui enfermera 20 años antes de ser monja.
ResponderEliminarGracias otra vez
Con ternura
sor.cecilia
C, ¡pero que cosas tan bonitas me dices!, ¡me has alegrado mucho!.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande para ti,para tu hermana y para tu marido. Que Ntra. Sra. de Lourdes ruegue por vosotros.
Sor Cecilia, ¡cuantísimo bien habrás hecho en esos 20 años de enfermera y cuanto bien haces ahora como dominica!
Muchas gracias por pasarte.
Un abrazo.
Es una oración maravillosa la del final, no la había leido nunca... que todos amemos a la Virgen Bendita cuyo nombre es más bello que el sol de la mañana como la aman "los monjes de alma pura".
ResponderEliminarun cordial saludo.
Esperanza, esa oración la escribió Alexis la misma noche del milagro, aún impactado y con infinidad de dudas, pero puesto ya en la presencia del Misterio a través de Ntra. Santísima Madre.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por pasarte.