sábado, 27 de agosto de 2011

Dios y el sufrimiento


Ante todo, muchísimas gracias por vuestro apoyo y vuestras oraciones. Queridos amigos, sois una bendición del Señor. Que Él recompense vuestra preocupación, vuestras oraciones y las palabras de ánimo que me habéis hecho llegar por mi blog y por mi correo electrónico.

Ya hice un día una reflexión sobre Dios y el sufrimiento, precisamente por el caso de mi sobrina, pero hoy me apetece reflexionar nuevamente sobre este mismo tema.

Dios ni quiere ni manda el sufrimiento. Éste es inevitable en una realidad contingente, finita, limitada. Por el contrario, Dios mismo se encarnó, se hizo uno de nosotros, experimentó en su carne lo que significa ser criatura, lo que significa recorrer esta hermosa pero terrible travesía que es la vida. El rió, lloró, comió,bebió, disfrutó de un amanecer, de una noche estrellada, se entristeció de la muerte de Lázaro, se compadecía, se cansaba, se enfadaba, soñaba... y también experimentó la soledad, la traición, la angustia más desoladora, la noche más oscura hasta el punto de sudar sangre.

Experimentó lo que significa el sufrimiento en toda su profundidad. Los insultos, los golpes, la sinrazón, el odio, la tortura, la muerte. Como dice el teólogo Martín Gelabert, " esta sería la última consecuencia de la Encarnación de Cristo, de su realísima humanidad, una humanidad como la nuestra, limitada y finita como la nuestra. La solidaridad de Cristo con nuestra humanidad no tuvo nada de ideal y sí mucho de real."

Este es el auténtico sentido salvífico de la cruz de Cristo. No es que Dios sea un sádico que necesita la sangre de su Hijo para saldar una deuda, sino que Él mismo atravesó las realidades que le son contrarias, el mal ,el pecado, la muerte y las venció. Nos amó hasta el extremo, su amor fue mucho mayor que el pecado, fue lo único capaz de destruir el poder de la limitación y del mal sobre el hombre.

Con su Resurrección se nos garantiza que todo hombre esta llamado, por pura gracia, a participar de la vida de Dios, de su gloria, exento de toda limitación, de todo mal. Este es el sentido por el que merece la pena crear un mundo que, necesariamente, ha de ser limitado. El sentido se lo da el amor de Dios, el cual redime al hombre de la limitación y lo constituye hijo en el Hijo. 


En este sentido, es muy interesante lo que nos dice el teólogo T. Queiruga , “en la totalidad de lo real, el mal tiene desde siempre perdida la batalla”[1]. El hecho de ser seres contingentes implica finitud. La vida misma, la actividad de la materia, supone el desgaste de los organismos vivientes y finalmente la muerte. Todo ello forma parte del fino equilibrio del conjunto de lo real. Lo que nos dice la fe es que tras esos “dolores de parto”[2] Dios nos dará a luz a la vida sin término, y es que con la Resurrección de Cristo la materia misma, fruto de la evolución cósmica, se encuentra glorificada en el seno de la Trinidad. 
Nosotros esperamos pasar por donde pasó Él, esperamos morir y resucitar con Jesús. Nuestra resurrección es la que libra al universo entero de la futilidad, de la destrucción a la que está abocado según los físicos, de la servidumbre al mal de la que nos habla Pablo, puesto que en el plan de Dios el hombre en su totalidad, materia y espíritu, está llamado a participar de su misma Vida divina y salud, ya que somos herederos de Dios y coherederos de Cristo, sufrimos con Él y esperamos ser glorificados con Él[3]
Conforme a lo que he ido exponiendo, podemos entender el sentido de Romanos 8,18 “estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros”.
De este modo vemos que las realidades del sufrimiento, el mal y la muerte son iluminadas, son vencidas y, por tanto, el dinamismo de la esperanza está garantizado aún en las terribles noches oscuras de la vida. Fuera del Evangelio de Cristo estas mismas realidades se presentan como muros infranqueables, como terribles monstruos que amenazan al ser humano.
 
En efecto, Dios ,que hasta conoce cuántos son los cabellos de nuestra cabeza[4] nos acompaña siempre, no es una deidad impasible y distante contra el que el hombre, con toda razón, puede alzarse en rebeldía ante las realidades del sufrimiento y la muerte ya que éste no las conoce sino que, por el contrario, nuestro Dios ha pasado por la realidad de sus criaturas, nos acompaña. Como dice muy acertadamente Paul Clodel: “Dios, en Cristo, no vino a explicar el sufrimiento sino que vino a llenarlo de su presencia.
Recordemos también lo que nos dice Mt 25 sobre el Juicio. En todos nuestros hermanos, especialmente en los que sufren a causa de la enfermedad, la limitación, la marginación, el hambre... en ellos se encuentra realmente Cristo, actualizando su pasión, su solidaridad con todo el género humano, "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt 25, 31 ss)


Termino de nuevo con unas palabras de Martín Gelabert a propósito del artículo del Credo "descendió a los infiernos":
"Cristo atraviesa las fuerzas del destino. Descender a los infiernos para vencerlos es mostrar que ningún destino pesa sobre el hombre hasta el punto de que Dios no pueda forzarlo. La esperanza cristiana es lo opuesto a la sumisión al destino, y su fuente es el acto por el que Cristo ha afrontado y ha vencido al destino de la muerte. Incluso en esos lugares impenetrables, Jesús nos precede abriendo camino y ofreciendo futuro a todos aquellos que aparentemente no tienen futuro." 
[1] T. Queiruga, Creo p.142
[2] Rom. 8, 22
[3] Rom 8, 17
[4] Mat 10,30

8 comentarios:

  1. También es digno de señalar que el sufrimiento, la limitación y el mal tienen cierto valor pedagógico. Verdaderamente purifican, ayudan a volverse confiadamente a Dios y también muestran lo mejor del ser humano; el amor, el compañerismo, la solidaridad...

    Dios, que de todo mal puede sacar bien, sin duda sabe sacar provecho de estas situaciones.

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  2. WoooooW!!
    Amén.
    Gracias Andy, por esta entrada pedagógica.
    DTB!!

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  3. gracias por este compartir muy bueno yo no sabria decir que es el sufrimiento sólo puedo decir que todod tenemos miedo al sufrimiento y creo que sufrir es ir muriendo poco a poco creo que sufrir es una forma de morir así se forman los santo almas de Dios el sufrir forma parte de nuestro crecimiento espiritual y nos ayuda a madurar nos asemeja un poquito a ÉL unidos en oración y adelante un abrazo

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  4. Recién llegado de unos días en Zaragoza leo el post anterior, que me llena de tristeza, Andy. Meto (de nuevo) a tu sobrina en mi lista de oraciones, y no dudo de que si Dios hizo ya en su día un milagro volverá a hacerlo ahora, sin duda.

    Ánimo.

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  5. Buenos días Andy.El Señor alivia y está muy bien, pero cuando acompaña está uno mucho mejor porque siento con fuerzas para obedecer y cumplir la voluntad de su Padre y subir a la misma cruz de la imagen. Un abrazo.

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  6. EL SI SABE LO QUE ES SUFRIR, NOSOTROS LO TENEMOS CRUCIFICADO A DIARIO. DESDE JAEN TE DESEO FELIZ SEMANA

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  7. Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios. Me da mucha alegría leeros. Espero que os haya servido de algo.

    Miguel de la T.P., bienvenido a mi blog, tu casa.

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  8. Sigo rezando, Andy, todos los días. Espero que haya mejorado algo.

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