jueves, 16 de diciembre de 2010

Reflexión sobre Dios y el sufrimiento.

En clase de Misterio de Dios se nos pidió que hiciéramos una pequeña reflexión sobre Dios y el sufrimiento basándonos en una experiencia personal. Pues bien, he pensado compartirla con todos vosotros, para intentar aportar "algo" de luz ante una realidad que a todos nos toca, el sufrimiento.

Les ruego a todos que sean misericordiosos en sus juicios, recuerden que soy un simple estudiante y, por lo tanto, soy prácticamente un ignorante. Seguro que sabrán atenuar mis muchos errores con vuestra caridad.

Aquí comienza:




Se nos pide que hagamos una pequeña reflexión sobre el tema del sufrimiento y Dios basándonos en una experiencia personal. Debido a esto, considero que no es el momento ni el lugar de hablar del mal en general, físico y moral, sino que creo oportuno comenzar sin más dilación a narrar mi experiencia personal a este respecto.

El 3 de mayo del 2009 mi hermana tuvo una niña preciosa. Ese fue un día de gran alegría que, sin duda, duró por muchos meses. La llegada de mi primera sobrina supuso para mí un acontecimiento nuevo e ilusionante y, debido a que vivimos juntos, también me reportó una cierta experiencia de paternidad, por decirlo de algún modo, llena de cambios de pañales, momentos duros, pero muchos muy alegres y memorables.
Al cumplir los 6 meses, una noche que yo volvía de clase de Teología, la niña comenzó a ponerse enferma, a vomitar y, lógicamente, todos nos pusimos nerviosos y decidimos llevarla al hospital. Con todo, en ningún momento nos imaginamos ni remotamente lo que estaba a punto de venírsenos encima. Al llegar al hospital, la niña comenzó a ponerse peor y llegó a perder el conocimiento. En ese instante, dejamos de pensar que se trataba de un simple resfriado y comenzamos a preocuparnos muy seriamente. Dicha seriedad se convirtió en una losa insoportable cuando nos comunicaron que la niña había entrado en coma y se le había detectado un tumor cerebral. Esa fue la peor noche de mi vida, casi no podía parar de llorar. 
A partir de ahí se sucedieron unos meses horribles, un auténtico calvario de operaciones larguísimas, de noches en la UCI, de momentos de colapso, pero también se sucedieron momentos luminosos y de recuperación. A lo largo de todo este camino nuestra fuerza ha sido el Señor. En medio de todo el sufrimiento y el horror nuestra esperanza se mantuvo firme en Él y, para mi sorpresa, pude ver como mi hermana dejó de ser una niña para convertirse en una mujer muy madura, que serenamente se abrazaba al Sagrario de la capilla del hospital pidiendo fuerza y ayuda.
No han faltado en esos momentos los que me preguntaban, ¿y dónde está Dios? A mí no me salía otra respuesta más que decir, Dios está en la cuarta planta, recibiendo en estos momentos quimioterapia. Dios está en todas aquellas personas que nos han ayudado, que han velado noches con nosotros en el hospital, que nos han traído algo caliente en las noches más duras, en las monjas y sacerdotes que se han acercado a ver a la niña, en todos los que han rezado por ella, en los médicos que la han operado… en la misma niña. En efecto, allí está el Señor, en ella he podido contemplar y venerar el cuerpo sufriente de Cristo en la cruz. Sí, Cristo se crucificó con el tumor de mi sobrina.
A día de hoy la niña ha mejorado espectacularmente, hasta el punto de que el pequeño residuo tumoral que era inoperable le ha desaparecido casi por milagro. En estos momentos, y gracias a tan sorprendente mejoría, estamos ya por fin a punto de acabar con sus ciclos de quimio, que en total son 32 dosis de quimioterapia de distinta duración cada 15 días.
La mitad de esos ciclos, hasta el presente, soy yo el que se queda con mi hermana y mi sobrina por las noches en el hospital, ya que mi cuñado trabaja muy temprano. Fíjese, es curioso, desde pequeñito siempre he querido ir a Tierra Santa, pero hoy puedo decir que cada 15 días viajo allí y acampo en el calvario, junto al Señor, porque le están poniendo quimioterapia.
En todo este proceso lo que nos ha sostenido es la confianza en Dios, nuestro Abbá. Su amorosa presencia ha sido para nosotros luz entre tanta oscuridad. Nuestra fe en la Resurrección de Jesús nos ha sostenido en toda la noche del Getsemaní, puesto que ella es la victoria definitiva de Dios sobre el mal, es la palabra de consuelo que nos da Dios: Hijos, no temáis, el dolor y la muerte no tienen la última palabra, el final no es la cruz.
En este sentido, es muy interesante lo que nos dice el teólogo T. Queiruga , “en la totalidad de lo real, el mal tiene desde siempre perdida la batalla”[1]. El hecho de ser seres contingentes implica finitud. La vida misma, la actividad de la materia, supone el desgaste de los organismos vivientes y finalmente la muerte. Todo ello forma parte del fino equilibrio del conjunto de lo real. Lo que nos dice la fe es que tras esos “dolores de parto”[2] Dios nos dará a luz a la vida sin término, y es que con la Resurrección de Cristo la materia misma, fruto de la evolución cósmica, se encuentra glorificada en el seno de la Trinidad. 
Nosotros esperamos pasar por donde pasó Él, esperamos morir y resucitar con Jesús. Nuestra resurrección es la que libra al universo entero de la futilidad, de la destrucción a la que está abocado según los físicos, de la servidumbre al mal de la que nos habla Pablo, puesto que en el plan de Dios el hombre en su totalidad, materia y espíritu, está llamado a participar de su misma Vida divina y salud, ya que somos herederos de Dios y coherederos de Cristo, sufrimos con Él y esperamos ser glorificados con Él[3]
Conforme a lo que he ido exponiendo, podemos entender el sentido de Romanos 8,18 “estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros”
De este modo vemos que las realidades del sufrimiento, el mal y la muerte son iluminadas, son vencidas y, por tanto, el dinamismo de la esperanza está garantizado aún en las terribles noches oscuras de la vida. Fuera del Evangelio de Cristo estas mismas realidades se presentan como muros infranqueables, como terribles monstruos que amenazan a ese ser humano que no sólo es polvo de estrellas contemplando estrellas, como decía Carl Sagan, sino polvo de estrellas racionalizando a las estrellas.
En efecto, este ser racional, este homo viator que peregrina en pos del Bien, la Verdad, y la Belleza, está llamado, por pura gracia de Dios, a superar el mal y las limitaciones propias de las realidades finitas, está llamado a participar de la Vida que no acaba, pues este Dios ,que hasta conoce cuántos son los cabellos de nuestra cabeza[4] nos acompaña siempre, no es una deidad impasible y distante contra el que el hombre, con toda razón, puede alzarse en rebeldía ante las realidades del sufrimiento y la muerte ya que éste no las conoce sino que, por el contrario, nuestro Dios ha pasado por la realidad de sus criaturas, nos ha acompañado y ha experimentado lo que significa recorrer esta travesía tan hermosa y terrible que es la vida, cargada de alegría y luz, pero también de sufrimiento y muerte.
Al enfrentarnos a estas realidades terribles nunca debemos perder la esperanza y la confianza en Dios y, lo más importante, debemos recordar que Dios es Todopoderoso sí, pero también “Todoamoroso”, y esa omnipotencia en el amor le hace “vulnerable”, puesto que el amor es entrega, donación al otro, es riesgo, exposición a la alegría, pero también al sufrimiento.
Por último, sólo me resta decir lo siguiente. En relación a lo que he afirmado un poco más arriba, podemos decir que nuestro Dios es compasivo, con-sufriente, no quiere el sufrimiento de sus hijos, recordemos lo que nos dice Jesús sobre el Juicio Final. En dicho Juicio no nos preguntará cuántas veces hemos ido a misa, cuántos rosarios hemos rezado, cuántos son nuestros títulos y honores, cuántas nuestras carreras. Se nos preguntará qué hicimos con el hermano que sufre, qué hicimos para hacer retroceder al mal, en definitiva, cuánto amamos.
“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: 'Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.'
Entonces los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?'
Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt 25, 31 ss)


[1] T. Queiruga, Creo p.142
[2] Rom. 8, 22
[3] Rom 8, 17
[4] Mat 10,30

5 comentarios:

  1. Andy. No tengo nada que decir porque tú lo has dicho absolutamente todo.
    Sabía de vuestro sufrimiento...ya sabes.
    La vida de este mundo no se entendería si no tuviésemos en nuestra alma a Cristo muriendo y a Cristo naciendo. Esto que vivimos es una simple página que pasa muy rápido y hay que vivirla en la espera, en la esperanza y en el amor.
    Yo elijo el Amor con lo que conlleva que no es poco, es sufrimiento, es generosidad y mucha FE.
    Besos mil y ya sabes...estoy con vosotros.

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  2. Gracias por este testimonio, Andy. El silencio de Dios es algo que de alguna forma todos experimentamos en los momentos de sufrimiento, pero la certeza que nos da la fe nos hace fuertes. Realmente, nadie dice que sea fácil. Perseverar y comprender que todo es para bien, es algo que tenemos que vivir desde la profundidad de nuestra vida interior.

    Gracias de nuevo y un saludo!

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  3. Ya sabes que nosotros rezamos por la niña, Andy.

    Tu texto tiene el valor grande de partir de un drama personal, muy bien narado. Es fácil hablar de Dios y de su misericordia cuando todo nos va bien, recordemos a Job; pero cuando vienen los problemas y las desgracias es cuando se nos pone a prueba en nuestra fe.

    Ojalá pudiérais pasar la Navidad ya en casa. ¿Será posible el milagro?

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  4. C, es la mejor elección del mundo,es la que nos salva de la muerte, es la elección por el Amor.

    Mil gracias por rezar por mi sobri.

    Eligelavida, muy acertada tu reflexión. Agradezco enormemente que la compartas en mi blog.

    Muchas gracias.

    Fernando, gracias por tus amables palabras. Gracias a Dios han programado la quimio de tal manera que este año si podremos estar aquí en casa en Navidad, y no como el año pasado, que hubo que pasarla en el hospital.

    Muchas gracias a todos, de verdad.

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  5. Para mi el sufrimiento es un gran misterio.
    Presento al Señor las personas que conozco que sufren
    A veces incluso diciendole al Jefe, como tiene que solucionar el problema. Todo bien pensadito, como un plan a medida y justo, nada raro. Le explico detalladamente cual es Su parte.
    Pero por lo visto no siempre acierto. Y El no actua como yo quiero
    Al principio no entiendo pq no me hace caso, si mi plan era genial¡¡
    El sacerdote siempre me dice "Fiate de Dios"
    Al final me fio... que remedio ;O)
    Y Alguien me llena de la seguridad de que todo es para mayor gloria de Dios.
    Gracias por la entrada y por el testimonio

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