jueves, 22 de abril de 2010

Las injusticias de ayer y hoy.


Ninguna institución está a salvo de cometer injusticias, ni siquiera la Santa Madre Iglesia.

¿No os habéis fijado de que, por lo general, los grandes santos fueron perseguidos por la propia Iglesia en vida? Podemos citar como ejemplos a Juan Nepomuceno Zegrí, fundador de las Mercedarias de la Caridad, al que la Iglesia apartó de la vida pública durante muchísimos años, o San Juan de la Cruz, al que se torturó en la prisión conventual de Toledo o Santa Teresa ,que desde que empezó la reforma del Carmelo tuvo que lidiar con las incomprensiones de la jerarquía de su época y de no pocas de sus hermanas y hermanos de hábito. Finalmente murió con la pena de no haber podido recuperar su manuscrito biográfico, conocido como el Libro de la Vida, de manos de la Inquisición y de ver como el futuro de la Orden peligraba por el ego de algunos religiosos, como el Padre Gracián.

Todo esto me recuerda a que una vez alguien dijo "es muy difícil convivir con un santo" y creo entender el por qué; Cuando alguien destaca por su brillantez o coherencia de vida hace que, sin quererlo, los mediocres que le o la rodean queden en evidencia. Ante esto... ¿Qué hace un mediocre por lo general? ¿Tratar de mejorar o hundir a la persona cuya luz deja en evidencia sus propias miserias? Creo que todos conocemos la respuesta.

Ante las injusticias dentro de la Iglesia (no hace falta ser santos para sufrirlas) no podemos caer ni en un victimismo alarmante, ni en un ataque acrítico ni tampoco en un mirar para otro lado. En conciencia debemos luchar por erradicarlas desde dentro con la fuerza que nos da el Resucitado, Aquel que hace “todas las cosas nuevas” con alegría y con amor porque, como dijo Santa Teresa cuando se estaba muriendo, “en fin Señor…soy hija de la Iglesia”.

3 comentarios:

  1. Desgraciadamente conocemos la respuesta.

    Tienes muchísima razón. Pero el Señor con consentirá que nada ocurra. Ahora más que santos hay mucho demonio.

    Precioso texto. Me encanta la frase de mi Santa. Es que es única en su especie y una mujer de todos los tiempos.

    Un abrazo

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  2. Muy bien descrito, Andy. Somos hijos de la Iglesia no porque ésta siempre acierte o siempre sea justa o siempre lo haga todo bien, si así fuera todo sería fácil. Dios da la infalibilidad para las grandes cuestiones de fe, pero en las pequeñas decisiones de cada día puede haber errores, incluso errores graves. No por eso dejamos de ser hijos, como no lo dejamos de ser de nuestros padres porque cometan una grave injusticia.

    Olvidar esto lleva a muchas de las confusiones actuales.

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  3. Cristina, Fernando, me alegro muchísimo de leeros.

    Tenéis razón en lo que comentáis, ya que es muy cierto eso de que olvidar lo aquí descrito (que es muy obvio) lleva a muchas confusiones.

    La Iglesia es santa y pecadora y el cuerpo místico de Cristo lo formamos todos.

    Gracias por comentar.

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