19. | Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, | |
20. | edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, | |
21. | en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, | |
22. | en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu. |
Es uno de mis textos favoritos. Espero que nos sirva para meditar esta verdad tan hermosa, grande e inmerecida; Somos la familia de Dios, hijos en el Hijo.
Nos falta más reflexión en cuanto al ser morada de Dios. ALgo tan pequeño como es el hombre, lo eleige Dios para morar en él. Incomprensible. Pero real. Pidamos siempre ser agradecidos por ello.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué poquito hacemos por el Más Grande y cuánto bien nos hace Él visitando nuestras almas.
ResponderEliminarNo se comprende, como dice Angelo, pero es así.
Debería vivir solo para agradecerle y pedirle perdón y, sin embargo, me paso el día pidiéndole que se quede dentro de mí.
Gracias Andy
No tengo mucho que añadir a vuestros comentarios salvo un ¡muchas gracias!
ResponderEliminarUn abrazo a los dos.
Gracias que el Señor te bendiga y nos haga tomar conciencia que todos formamos parte de esa gran familia de hijos de Dios unidos en oración
ResponderEliminar