Espontáneamente muchos dirían que lo
contrario del amor es el odio. Pero bien pensado el odio es una forma de
amor, un amor frustrado, un amor que se siente rechazado. Los odios más
fuertes provienen de los más fuertes amores. El odio se parece mucho al
amor porque requiere una referencia a “otro”. Para odiar y para amar se
necesitan, al menos, dos. Por eso, lo realmente contrario al amor es el
egoísmo. Para esto basta uno solo. El egoísmo, al contrario del odio,
no requiere de un “otro”, solo piensa en sí mismo, ignora a todos los
otros. Para el egoísta no hay otros, solo cuenta el propio yo.
Recordemos la parábola del samaritano
misericordioso. Los clérigos que pasan de largo, sin atender al herido,
no le odiaban, no tenían motivo para ello, ni siquiera le conocían. Lo
que les impidió amarle fue el egoísmo, el pensar en sus cosas, el no
tener tiempo para el otro. El samaritano, por el contrario, deja de
pensar en sí mismo, en sus planes, su trabajo, sus ocupaciones. De
pronto parece que no tiene otra cosa que hacer que atender al herido.
La tentación es muy sutil: más que
decirnos lo poco importante que es el otro, nos dice con mucha fuerza lo
importantes que somos nosotros. Ese es precisamente el problema del
hombre moderno, individualista y solitario: se resiste a que nadie le
diga lo que tiene que hacer, sólo quiere escucharse a sí mismo; no mira a
los otros, sólo se mira a sí mismo, así descubre lo mucho que vale.
Sólo importa él, por encima de todo lo demás y a costa de todo lo demás.
Si la fuerza creadora de Dios es el
amor, la fuerza destructora del misterio de la iniquidad es el egoísmo.
Cristo desenmascara nuestros egoísmos, pone al descubierto los planes
del mal. Cristo siempre, en su palabra y en su actuación, invita a
desprenderse de uno mismo, pero no para perderse, sino para encontrarse
en el otro. En la acogida del niño, del pobre, del hambriento, en la
limpieza de corazón que permite mirar al otro con compasión y
reconocimiento, en esas actitudes que nos sacan de nosotros mismos, ahí
se ensancha nuestro corazón y encuentra sitio para los demás. Cuando
solo nos miramos a nosotros, nuestro corazón se encoge y no tiene sitio
para los otros.
PD: Os dejo con una canción muy chula con un contenido muy evangélico ;)
Me parece que el texto es muy exacto, Andy. Incluso me atrevería a decir una cosa: para el amor y para el odio se requieren cierta grandeza de ánimo, mientras que para el pobre egoísmo individualista no es necsaria.
ResponderEliminarMuy bonita canción.
Tienes toda la razón Fernando.
EliminarEsta entrada habla de mí y no de forma positiva... ayer en un momento de falta de esperanza, sentí la necesidad de leer la Imitación de Cristo y este post lo completa. Bendito sea.
ResponderEliminarSobre todo: " se resiste a que nadie le diga lo que tiene que hacer
Pepe, no seas muy duro contigo mismo. Todos pasamos por momentos malos, todos tenemos muchas asperezas que limar. Ante todo, paciencia, constancia y confianza plena en el Señor, pues sin Él nada podemos hacer.
EliminarPaso a saludarte y ofrecer mi oración.
ResponderEliminarMuchas gracias Belen, tu oración es siempre tan valiosa!.
EliminarUn abrazo.
Ciao Andy, ottima riflessione! Erroneamente si pensa che l'odio sia il sentimento più cattivo che il cuore umano possa provare, invece dovrebbero farci più paura l'egoismo e l'indifferenza. Stai ancora studiando? La cioccolata è un ottimo rimedio per la memoria! Un caro abbraccio
ResponderEliminarSí, estoy ahora estudiando... y el chocolate me viene muy bien, jeje. Un abrazo.
EliminarUna gran entrada que, como siempre, evangeliza y guía el camino del día a día. Gracias Andy. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
ResponderEliminarhttp://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/
Gracias Pepe, me alegra que sirva para avanzar más en el camino diario. Un abrazo.
EliminarYo también he disfrutado con esta reflexión.
ResponderEliminarEl amor y el egoísmo son contrarios igual que dar es contrario de recibir.
El que quiere recibir parece que nunca está satisfecho. Estamos programados para ser felices dando, Amando.
Exacto Fran, ¿no experimentamos una gran felicidad al darnos? A mí al menos me pasa, disfruto más regalando yo por ver la cara de felicidad del otro.
EliminarUn abrazo.
Muy buena reflexión y genial entrada
ResponderEliminarNo había caído en ese no-amor del egoísmo
El egoísmo ajeno me pone de los nervios. El propio me agota hasta dejarme chafadísima Tiene más fuerza q la que aparenta
Pues hoy me encuentro ante el egoismo ajeno.....cuando veo que no hay nada que hacer.....y mi lucha de hoy es no perder la Esperanza....hacer lo que me pida el Señor con serenidad sin esperar nada.....a veces el Amor me cautiva y aunque seriamente me invita a seguir adelante con el rostro firme y serio...mirando al cielo.....es mi unico referente...el Cielo!Andy, me acuerdo de tus estudios en mi oracion, mi pobrisima oracion.....
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