jueves, 17 de noviembre de 2011

La gratuidad del Reino de Dios



   
El contenido central de la predicación y el sentido de la existencia de Jesús son la realidad y realización de la soberanía real de Dios, el Reino, como salvación para el hombre. Esta idea del reino de Dios, "Dios Rey", arraigada en los estratos últimos del A.T. (Sal 145,13; Dan 2,44; 4,31), centra toda la predicación de Jesús e instaura la conexión entre la proclamación inicial y las acciones posteriores, las parábolas, las bienaventuranzas, la vocación de Israel y las exigencias del discipulado, los milagros, la última cena y la muerte en la cruz.


¿Cuál es la novedad que entraña este Reino?

"Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio" (Lc 7,22)

En la sociedad en la que vivió Jesús a los enfermos (cojos, ciegos, leprosos...), se les consideraba como muertos en vida, malditos por Dios. En este sentido, Jesús "resucita" ya en vida a aquellos que se creían condenados, les rehabilita su dignidad, cumpliéndose así lo que dice Ezequiel 34, 16: "Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada; curaré a la herida, confortaré a la enferma(...)".

Entre los que Jesús consideraba pobres había publicanos y recaudadores de impuestos. Cabe preguntarse pues, ¿por qué éstos son pobres para Jesús? Para contestar esta pregunta debemos decir ,en primer lugar, que Jesús entendió el concepto "pobre" en el contexto que explicita Isaías, es decir, oprimidos en un sentido amplio.

A los publicanos y recaudadores se los despreciaba socialmente, se les negaban derechos civiles. Eran expulsados de la sinagoga y de las comunidades. Debemos añadir que las condiciones del arrepentimiento eran muy difíciles de cumplir, pues les exigían que dejasen su cargo y, por lo tanto, su forma de ganarse la vida, así como que reparasen económicamente a la comunidad en unos términos ciertamente abusivos.

Otra denominación de los pobres eran los pequeños, los sencillos, gente sin formación y, por lo tanto, poco piadosa, poco instruida en la Toráh. Estas personas también eran despreciadas socialmente.

En definitiva, los pobres a los que Jesús ofrece el Reino eran personas difamadas, marginadas, por cuyo comportamiento moral se les negaba la salvación. Dicho ofrecimiento es incondicional, es decir, aquellos que parecían no tener derecho a la salvación tienen participación en el Reino de Dios sin previo merecimiento.

La gran novedad del mensaje de Jesús son ,pues, los destinatarios, aquellos que eran despreciados. Este hecho supuso un choque frontal con la mentalidad de su época, por esa razón, el mismo Jesús dice: "Y dichoso el que no se escandalice de mí" (Lc 7,23)

El núcleo de ese escándalo reside en que, para Jesús, el Reino de Dios se ofrece incondicionalmente. Es la primacía del amor de Dios, el cual no se encuentra subordinado a la respuesta humana (Lc 7,41). En este sentido,Jesús cambia lo que se esperaba en la llegada del Reino. Éste no es sólo el juicio y la soberanía, sino una bondad de Dios que sobrepasa toda comprensión. Pensemos, por ejemplo, en la parábola de los trabajadores de la viña (Mt 20, 1-16).

Esta es también la diferencia entre Jesús y el Bautista. Ambos mensajes son de conversión pero con notable diferencia en los acentos; Mientras que para Juan la conversión es el paso previo necesario para obtener el perdón de Dios, para Jesús ésta era la consecuencia de acoger el perdón de Dios que se ofrece al hombre gratuitamente. Como ejemplo de esto, recordemos la conversión de Zaqueo (Lc 19,1-10). Éste es acogido por Jesús y este gesto gratuito del Señor lo derrumba y provoca su conversión.








Finalmente, podemos establecer un paralelismo asimétrico entre Juan (Antiguo Testamento) y Jesús (Nuevo Testamento), en la que la diferencia más notable radica en el hecho de que el Reino de Dios es visto por Jesús como don, regalo, gracia.



En el siguiente post, D.m., profundizaremos un poquito más en estos conceptos con una breve justificación sobre esta gratuidad del Reino.

15 comentarios:

  1. Buenas tardes Andy. El reino de Dios no creo que se ofrezca incondicionalmente, para buscarlo he de seguir a Jesús, mi rey y reino y para ello Él dejo claras las condiciones, pero hoy no mola nada hablar de la cruz porque no se toma completo el Evangelio sino los pellizcos más sabrosos, otra cosa es la consideración de inmerecido que expresa con claridad que uno no hace méritos para tal Gracia o Don ni se salva por sí mismo. Yo chico, cada día encuentro el sendero más estrecho y más pindio. Jesús no sanó/perdonó a ninguno que no tuviera fe ni le regaló una sola palabra a Herodes cuando se encontraba frente al mismo Rey y Reino de Dios y en cambio poco después ya viste que le pasó al afortunado Gestas. Con lo de comparar matices con Juan Bautista creo que hay que entender el asunto de la presencia del novio que narró Jesús y de su ausencia. Bueno, que me he saltado un par de semáforos escribiendo. Un abrazo.

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  2. NIP, buenas tardes.

    Me refiero a que el Reino de Dios es un regalo, un don, una gracia y que, por tanto, es Dios el que por amor se lo entrega al hombre, por pura gracia, no porque el hombre haga méritos para recibirlo.

    Sería, como hemos planteado en clase, un giro copernicano con respecto al planteamiento del Bautista. Para Jesús la conversión es la consecuencia de que el hombre haya aceptado el amor y el perdón de Dios que Él da sin merecerlo el hombre. Es por esa razón que se entiende la conversión como un darse cuenta de que Dios te ama y te perdona y tú debes responder a ese amor, en consecuencia, con un cambio de estilo de vida.

    Por eso decimos que Dios no condena al infierno. Es el hombre el que decide rechazar el amor y el perdón de Dios y, por ello, él se condena al infierno. Dios sanciona la culpa inmanente de dicha opción. Esto es algo muy distinto a una condena extrincesista.

    Es claro que el camino es duro y exigente, como todo buen amor, pero su propuesta, su entrega, es un regalo y no fruto de una igualdad de condiciones entre la obra del hombre y la de Dios.

    Con respecto a lo que dices del Bautista, no es tanto el sentido de ausencia del novio, puesto que durante el ministerio público de Juan el novio aún no se había presentado, por lo tanto no puede estar ausente. Sólo hacía el final de la vida de Juan Jesús se presenta como el Mesías esperado.

    Todos los especialistas convienen en decir que son dos estilos distintos, con innegable nexos de unión claro está, pero con acentos teológicos distintos.

    Por eso, ante el estilo de Jesús Juan pregunta ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

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  3. Como digo, es una diferencia de acentos (aunque Jesús no supone sólo un salto cuantitativo con respecto al AT sino cualitativo).

    Los imperativos morales de Jesús, ciertamente exigentes, parten de un indicativo previo: El encuentro con el Dios Amor.

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  4. Con el post y los comentarios de dos grandes me quedo Mu. Un abrazo

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  5. Coincido con el comentario de Angelo y doy además gracias a Dios de llegar a este blog.
    Un abrazo Andy.

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  6. Muy bueno el post y excelente la viñeta que has subido, porque hace poco debí explicar lo que es la capacidad de recibir la gracias que Dios reparte con una imagen parecida. Él nos lo da; de nosotros depende recibirlo o no.

    Saludos.Sigo pidiendo a diario por Bely, tu sobrinita.

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  7. Andy, debo tener alguna desviación doctrinal, porque me parece más correcta la tesis sobre el perdón de Juan el Bautista que la de Jesús.

    Debería leer más.

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  8. Angelo, ¡tú si que eres grande!

    Mento, Muchísimas gracias por tus amables palabras. Bienvenida a mi blog, es tu casa.

    AleMamá, efectivamente. Me alegro que te haya gustado la viñeta.

    Fernando, a ver si puedo explicarlo:

    Nosotros, por nuestras fuerzas, no podemos hacer nada para que Dios nos perdone. Es Él el que otorga su perdón al hombre, sin merecerlo éste, por amor.

    Cuando el hombre reconoce ese amor que Dios le tiene y acepta el perdón que Él le da, responde al mismo con la conversión, con el cambio de vida, respondiendo con coherencia a ese amor.

    Es decir, Dios otorga su perdón sin merecerlo nosotros en modo alguno. Nosotros debemos responder a ese perdón acogiéndolo, y la forma de acogerlo es mediante la conversión, el cambio de vida, las exigencias morales que conlleva responder con coherencia a ese amor.

    Si no acoges su perdón y, en consecuencia, no cambias tu vida, no te conviertes, eres tú el que te condenas. Por eso decíamos cuando hablábamos del infierno que no es Dios quien condena, Él sanciona la culpa inmanente de tu opción libre de rechazar su amor y su perdón.

    El esquema del Bautista, que era el veterotestamentario, es el de la retribución. Dicho esquema lo purifica Jesús afirmando sin duda la gratuidad del amor y el perdón de Dios.

    El esquema veterotestamentario viene a decir que yo soy capaz de hacer obras para que Dios me perdone, es decir, que puedo "comprar" mi perdón con buenas obras. El esquema de Jesús es: Dios te ofrece su perdón, pero tú tienes que aceptarlo libremente. Esa aceptación conlleva el cambio de vida, las exigencias morales, la conversión.

    Fíjate, por ejemplo, en la escena de la mujer adúltera (Jn 8,1-11): "y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

    "Tampoco yo te condento" (Tienes mi amor y mi perdón, ¿lo acoges?)

    -Sí Señor, lo acojo.

    -Entonces vete y no peques más. Ese será el signo de que has acogido mi perdón: respondes a mi amor con amor, con la conversión, la vuelta a mí.

    Es un cambio de acento, un giro copernicano. No quiere decir Jesús que el hombre, haga lo que haga está perdonado, ¡no!, sino que el amor y el perdón de Dios son un regalo que el hombre no merece. Dicho regalo debe ser acogido libremente, la conversión.

    Resumiendo:

    Juan el Bautista (A.T.) : Conviértete y así serás objeto del amor y el perdón de Dios.

    Jesús (N.T.): Reconoce que Dios te ama siempre y que te ofrece (¡ojo!, "ofrecer" no es lo mismo que "dar") amorosamente (pues tú no tienes derecho a él) su perdón. La consecencia de acoger su amor y su perdón es la conversión, el cambio de vida.

    No sé si he conseguido aclararlo o empeorarlo. Espero haber sido de ayuda.

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  9. Sobre este tema de la gratuidad creo que es interesante lo que escribió el profesor Pablo Ruiz Lozano sj ,de la Facultad de Teología de Granada.

    Aquí pongo el enlace por si interesa leerlo. De todo el documento lo que es destacable para el punto que estamos abordando es el punto 2. "Cristianismo como experiencia de gratuidad" y el punto 2.1 "Fundamento bíblico", (páginas 7-9)

    http://www.acheesil.org/files/2009/03/todo-es-gratuidad.pdf

    Un saludo.

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  10. Hoy :-(, así que cuento con tus valiosas oraciones. ¡qué largo se hace el camino del Reino!
    Un abrazo

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  11. Angelo, ¡faltaría más! Claro que tienes mi oración.

    Para cualquier cosa que necesites ya sabes, tienes mi correo personal.

    Un abrazo enorme.

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  12. Genial la viñeta. El texto también , pero necesito meditarlo más despacito.

    Lo del perdón me lo explicaron como el que tiene un billete de lotería premiado. El premio ya lo tiene, ya es suyo, pero tiene que ir a "retirarlo" o se queda sin
    De hecho el ejemplo era sobre el cielo. La idea era que el cielo, ya "nos lo han ganado" , ya tenemos el 10 en el examen.
    Pero hemos de aplicar la redención pidiendo perdón por los pecados. O nos quedamos sin nada por panfilos
    (lo releeo y veo que lo he explicado en plan caos, pero es tarde y me veo incapaz de ponerlo más claro Mañana será otro día¡

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  13. Miriam, creo que lo has explicado muy bien. Ese "retirar el billete premiado" no es otra cosa que es reconocer el amor que Dios te tiene y acoger su perdón. El fruto de esto es la conversión.

    Si no acoges su perdón, si no "retiras el billete", te quedas sin él.

    Muy bien explicado, muy sencillo.

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  14. Gracias siempre a ti Fernando, por tu paciencia cuando no me sé explicar.

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