miércoles, 8 de junio de 2011

Hablemos del infierno

Bueno, lo prometido es deuda, aquí va el post sobre el infierno.

Me propongo, a ver si lo consigo, reflexionar sobre un tema poco y mal tratado por muchas personas, el infierno. La dinámica será sencilla, una serie de preguntas y respuestas, que espero no se hagan pesadas, que voy a elaborar siguiendo a una voz autorizada, a Juan L. Ruiz de la Peña.

Espero que os pueda dar algo de luz. Comenzamos.




¿Es el infierno un lugar físico? ¿Las llamas, que tan a menudo sirven para representarlo, son físicas?


-No, no es un lugar físico, pues se encuentra fuera del espacio y del tiempo. Lo podemos denominar como un estado existencial.

-Evidentemente las llamas tampoco son físicas, son una representación gráfica que no se puede seguir al pie de la letra. Constituyen, principalmente, un símbolo del tormento interior de los condenados, es decir, la pérdida de Dios






¿Existe el infierno?


-
Sí, existe el infierno. Un rápido recorrido por la Escritura nos basta para ver esta realidad.

En el Antiguo Testamento: Se insinúa en el concepto de Scheol y en textos que hablan sobre el oprobio y la condena, tales como Is 66,24; Dan 12,2; Sab 5,14; 3,10; 4,19.

En el Nuevo Testamento: Perder la vida (Mc 8,35; Mt 10,28; Jn 12,25)
No ser conocido (Mt 7,23
Ser echado fuera (Lc 13,23; Mt 22,13)
Gehena (Mt 18,19)
Horno (Mt 13,50)
Fuego inextinguible (Mc 9,43)
Llanto y rechinar de dientes (Mt 13,42)
Estanque de fuego y azufre (Ap 19,20)




¿En la Revelación, se puede poner el infierno al mismo nivel que el cielo?


- No. La razón es clara. Una de las más finas persuasiones del A.T. es la de la bondad de Dios y sus obras. Dios vio que era bueno cuanto había hecho (Gén 1); no ha creado nada para la muerte, ni aborrece nada de lo que existe (Sab 1,13; 11,24); no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 18,23; 33,11).

El N.T. define a Dios, pura y simplemente, como amor (1 Jn 4,8) y le atribuye el propósito ,serio y eficaz, de que todos los hombres se salven (1 Tim 2,4); a tal fin usa de paciencia, prolongando la historia, puesto que no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan ( 1Pe 3,9).

Jesús mismo se define como salvador "porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3,17); "Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo condenaré, porque no he venido para condenar al mundo, sino para salvar al mundo" (Jn 12,47).

Tampoco Pablo piensa que el Evangelio sea un anuncio bivalente de salvación o condenación: " la palabra que os dirigimos no es sí y no. Porque el Hijo de Dios (...) no fue sí y no; en él no hubo más que sí" (2 Cor 1,18ss). Y en Rom 8,31ss el Apóstol muestra cómo ni el Padre ni el Hijo acusan o condenan, de modo que "nada nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo".

No hay duda, a la vista de los textos, y de otros muchos que se podrían aducir, de que, en puridad, la doctrina de la muerte eterna no pertenece al evangelio que es, en su significado literal, "la buena noticia", anuncio de salvación y no de salvación o condenación.

En síntesis podríamos decir que la revelación del infierno sólo es posible desde la revelación del cielo, destino para el cual crea Dios al hombre por pura gracia y amor. En definitiva es, por así decir, la imagen invertida de la vida eterna junto a Dios.









¿Por qué decimos que es factible el infierno?


Desde un punto de vista antropológico partimos del ser humano como una persona inteligente, libre y responsable. De aquí se deduce la posiblilidad del hombre de usar mal su libertad, esto es, el pecado o la culpa.

Desde el punto de vista teológico debemos decir que el no a Dios es posible, y esto se deduce, supuesto lo anterior, por varias razones:

-Por la seriedad de la actual economía salvífica: La gracia, la amistad de Dios, no se impone por decreto, se ofrece libremente, corriendo el riesgo de ser libremente rehusada. Dios no se impone al hombre, éste no es una marioneta, sino su interlocutor. Pues bien, en la posibilidad real de un sí a Dios - que ningún creyente negará - de un sí libre a Dios, se contiene la posibilidad real del no, sin ésta aquella sería insostenible.

-La otra razón nos viene suministrada por la experiencia. Ésta registra la existencia actual del no a Dios en la forma del no a la imagen de Dios (Mt 25,31ss). Lo que dejamos de hacer con los más pequeños, con los más débiles, se lo dejamos de hacer a Dios. Pues bien, estos actos demandan una responsabilidad subjetiva del hombre frente y contra Dios, a través de la mediación del prójimo.

Quien dude de la facticidad del infierno sólo tiene que echar una ojeada a la Historia y ver todas las situaciones infernales que ha creado el hombre, violaciones, asesinatos, genocidios,guerras, torturas, campos de concentración, sacrilegios, blasfemias... Por ello, quien dude de su facticidad debería admitir la aptitud del hombre para instaurar y consolidar verdaderos infiernos en la historia. Pues bien, de la existencia de los infiernos intrahistóricos podemos deducir, al menos como posibilidad, la existencia de un infierno metahistórico, pues en aquellos está hecho el ensayo general de éste.









Llegados a este punto, ¿en qué consiste el infierno? ¿cuál es la estructura de la muerte eterna?


Lo primero que debemos decir es que nos encontramos ante el misterio y, por tanto, debemos ser prudentes y humildes.

El infierno es principalmente el no a Dios, y ello conlleva la ruptura de los lazos de comunicación con Dios y con el prójimo. Si el cielo es esencialmente la comunión con Dios el infierno será, por consiguiente, lo contrario.

Dicen los psicopedagogos que la primera necesidad del niño es comunicarse con el mundo que le rodea pues, realmente, somos seres sociales, estamos constitutivamente abiertos al Otro y a los otros. Pues bien, esa ruptura eterna que es el infierno se resume en la eterna soledad, en la consumación de una existencia egoísta y egolátrica... por eso se nos dice que el único sonido será el "llanto y el rechinar de dientes", como expresión del sonido inarticulado, incapaz de transmitir información, de comunicarse con los otros.

En definitiva, el infierno inaugura una existencia rigurosamente inédita. En realidad todavía no sabemos lo que es vivir sin Dios; ser hechos para Él y no poder llegar a Él; percibir lo que representa el centro de nuestro dinamismo humano como una fuerza repulsiva, perder de este modo el sentido de una existencia que ya no tiene objeto.








Finalmente ¿es Dios quien condena al infierno?

No. Podemos decir que la muerte eterna es la sanción inmanente de la culpa. Concebirla como una serie de penas impuestas desde fuera sería un error que, entre otras cosas, llevaría a la nefasta conclusión de la causalidad positiva de Dios en su existencia, esto es, que Dios crea el infierno.

Lo que impropiamente se ha llamado con frecuencia "castigo divino" no es tal; Dios no necesita crearlo, porque late ya en la estructura ontológica del pecado y del pecador. Es fruto consumado de una libertad mal utilizada, de una existencia autárquica, autosuficiente y ególatra.

Por tanto, Dios ni crea ni quiere el infierno sino que, respetando la libertad humana, sanciona la culpa que nosotros mismos nos hemos procurado.


Por último, dos peligros a evitar en la catequesis y la predicación:

-Un extremo sería elevar la doctrina de la muerte eterna al rango de verdad primera y fundamental. Esto supone un grave error, pues representa una distorsión intolerable del evangelio, que es buena noticia, anuncio de salvación, y no propuesta simétrica salvación/condenación.

-El otro extremo sería negar su existencia, pues supone mutilar el evangelio y manipular ilegítimamente la Palabra de Dios, así como negar, al menos implícitamente, la verdadera libertad del hombre.








Curiosidad:

¿Sabías que...

la Iglesia nunca ha afirmado solemnemente que ninguna persona en concreto se encuentra en el infierno?

En efecto, siempre se canoniza (en el sentido de inscribir en el canon) a los santos, que se encuentran junto a Dios... pero no a los condenados.

La razón es sencilla; la prudencia. A La Iglesia no le corresponde escrutar el fondo de la conciencia del moribundo y la Misericordia de Dios en el último momento de la muerte.


Espero que os sirva de algo... y perdón por lo largo que ha salido, espero que para vosotros este post, a la hora de leerlo, no os haya resultado un infierno.

7 comentarios:

  1. Te agradezco que hayas explicado de forma resumida y clara esta verdad de fe, necesaria en el mundo de hoy y clarificadora sobre lo que sí es el amor misericordioso de Dios y lo que supone el acto de rechazarlo de forma libre. Magnífica entrada. Un abrazo

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  2. ¡Qué interesante, qué bien construido!

    Me pareció especialmente buena la parte de que no es Dios el que castiga sino uno mismo, porque si fuera una decisión libre de Dios sería como aceptar que creó el infierno caprichosamente. Esto es interesante. Yo siempre pienso que es como si viajas a Japón, en avión, y te dicen "cuidado, hay que llevar pasaporte", y tú dices "no creo que haga falta pasaporte, probablemente ni exista Japón". Cuando luego no te deje entrar la policía de aduanas no podrás decir que es por un capricho suyo.

    Conforme con lo de los dos peligros. Desde luego, el más normal es el de obviar que existe el infierno. Llevo años yendo a Misa a mi parroquia y jamás he oído mencionarlo en las homilías. Eso explica muchos abusos que se cometen luego.

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  3. Lo dejaré marcado para leerlo, pues, efectivamente es un tema "políticamente incorrecto", me alegro verlo tratado acá.

    Te quiero pedir un favor, de ser posible: ¿podrías irnos dando en breves cucharaditas tu conocimiento? es que así tenemos más opciones de que no se agobien los lectores porque deseo qeu muchos lo lean y estudien. El post presente es muy completo, pero largo.

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  4. Angelo, el hecho de que te haya gustado la entrada es señal de que lo he hecho bien. Gracias.

    Fernando, me alegra muchísimo que te resulte interesante y bien estructurado.

    En siglos pasados se hacia demasiado hincapié en el infierno y ahora... ocurre justo lo contrario, da pudor tratarlo.

    AleMamá, tienes toda la razón del mundo. Tomo nota.

    Lo que me ocurre es que, como tengo muy poco tiempo por los exámenes y demás... cuando encuentro un hueco lo escribo todo del tirón y lo presento al blog, para que así se pueda ir leyendo con calma y no tenga que estar yo pendiente de publicar una nueva entrada.

    Pero es cierto, tienes razón, puede agobiar un poco al lector. Es mucho mejor darlo en pequeñas dosis.

    A partir de ahora prometo tenerlo en cuenta, muchas gracias por el consejo.

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  5. Miriam (de caminar)10 de junio de 2011, 17:38

    Me ha encantado la parte en que detallan los dos peligros extremos; es tan fácil caer en uno o en el otro¡
    Disfrute mucho de "cartas del diablo a su sobrino". Creo que fue al leer ese libro que capte eso de que es uno mismo el que se condena
    Animo con los estudios¡

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  6. ¡Hola Andy!
    Felicidades hiciste muy buen resumen.
    Tomo nota todo.
    Gracias.
    Dios te ama!!

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  7. Miriam, me alegro mucho. Ese libro lo tengo en mi lista de "libros que tengo qiue leer".

    Un abrazo.

    María, me alegro muchísimo. ¡Qué hermoso lo que dices!

    Efectivamente, Dios nos ama a todos.

    Un abrazo.

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