miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Cambio climático?



Son muchas las dudas que este tema, tan extendido y tan de moda, despierta entre la gente.
Por esa razón os traigo un vídeo explicativo sobre el mismo, que en mi humilde opinión, puede despejar muchas dudas.

Quien espere ver un vídeo sensacionalista y demagógico tipo Al Gore se sentirá defraudado. Quien quiera acercarse a este tema con rigor y espíritu crítico para aprender un poquito, lo encontrará de provecho.











Breve reseña biográfica del P. Carreira:



Manuel Carreira es sacerdote jesuita, licenciado en Lenguas Clásicas por la Universidad de Salamanca, licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad de Comillas, licenciado en Teología por la Facultad de Teología de la Universidad de Loyola (Chicago), máster en Física por la Universidad John Carrol (Cleveland), doctor en Física por la Universidad de Washington por su trabajo sobre los rayos cósmicos (dirigido por el Dr. Clyde Cowan, uno de los descubridores del Neutrino, junto con Fred Reines, ganador del Premio Nobel).

Trabajó para la NASA desarrollando un detector de rayos gamma que fuese usado en un satélite artificial y un sistema de control de fibras ópticas para aviones y sondas espaciales.

Desde 1971, enseña Física y Astronomía en Washington y Cleveland, y Filosofía de la Naturaleza en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, dividiendo el año escolar entre ambos países. Desde el 74 formó parte de la junta directiva del Observatorio Vaticano.

Su interés por la Astronomía lo ha llevado a desarrollar dos nuevos instrumentos adecuados para usar como ayuda docente o para el disfrute de la observación astronómica: un firme y cómodo soporte para prismáticos, por el que se le concedió una patente en Estados Unidos, y fue seleccionado como uno de los diez productos más importantes del año 2001 en la famosa revista ‘Sky and Telescope y un sistema óptico plegado que permite que un instrumento portátil libere una gran energía .

En la actualidad, ya jubilado, se dedica a dar conferencias por todo el mundo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Fin de semana ajetreado




Foto: Santa Marina, Zurbarán. Museo Thyssen, Málaga.



Bueno, bueno, disculpas por la ausencia pero es que estoy organizando mi trabajo de Eclesiología , que lo tengo que entregar antes de Semana Santa... ¡y ya no queda na´de tiempo!

Os cuento un poco qué tal el fin de semana:

Estuve en el nuevo Museo Thyssen que se ha inaugurado en la ciudad. Estuvo de jornadas de puertas abiertas hasta ayer, así que aproveché para poder ir gratis.

La verdad es que me gustó mucho, aunque tiene detalles por pulir, por aquello de tener que inaugurarlo antes de las elecciones (los políticos y sus maniobras...) quedan flecos sueltos. Pero por lo general muy bien. Supone, sin lugar a dudas, un estímulo para mi ciudad, un aporte valiosísimo.

Cuenta con unos 230 cuadros de exposición permanente, con joyas de Joaquín Sorolla, Mariano Fortuny, Raimundo de Madrazo, Muñoz Degrain, Regoyos, Aureliano de Beruete, Romero de Torres o Zuloaga, Lucas Velázquez, Pérez Villaamil, Carlos de Haes, Ezquerra, Zurbarán...

Tiene también algunas tallas, entre las que destacan una virgen sonriente, anónima del s. XIII y un Cristo precioso, muy bien restaurado por cierto, del s. XIII también.

El museo consta de cuatro secciones: Maestros antiguos, El paisaje, Del Romanticismo al Naturalismo y La modernización de la pintura española en el fin de siglo. También albergará colecciones itinerantes pertenecientes a la Casa Thyssen. La primera de ellas será en mayo, " De Picasso a Tàpies".

En fin, estoy emocionado... cualquier amante del arte estaría igual que yo, máxime cuando la enriquecida es tu ciudad.


Por otro lado, también estuve en la manifestación por la vida celebrada en Málaga, aunque aquí no tuvo ni de lejos el seguimiento que tuvo en Madrid. Una pena.

Es de destacar también la exposición que se encuentra en el Rectorado de la Universidad de Málaga, "Málaga Moderna, siglos XVI, XVII y XVIII". En ella se pueden contemplar esculturas con la firma de Pedro de Mena, un cuadro de los talleres de Valdés Leal, monedas auténticas del reinado de Carlos IV, documentos eclesiásticos, ordenanzas municipales, planos de Málaga, enseres domésticos, ornamentos litúrgicos y obras de cerámica, entre otros muchos elementos, como un mapa de España elaborado por José Carrión de Mula, el cual se considera el primer plano correcto de nuestro país.


En fin, lo dicho, culturalmente muy movidito... y yo tan contento.

¡Feliz semana!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Vía Crucis

Os invito a recorrerlo con este vídeo que han realizado en mi diócesis con los dibujos de Fano:



sábado, 19 de marzo de 2011

San José


Selección de textos de Santa Teresa sobre San José:


1.- Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido (V 6,6).


Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide.


2.- Y esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta verdad (V 6, 6)


3.- Procuraba yo celebrar su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo que se hiciese bien y con muchos detalles, aunque con buena intención (V 6, 7).


4.- Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido a nadie que le tenga verdadera devoción y le haga particulares servicios, que no lo vea más aprovechado en la virtud; pues ayuda mucho a las almas que a él se encomiendan (V 6, 7).


5.- Creo que ya hace algunos años que el día de su fiesta le pido una cosa y siempre la veo cumplida; si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío (V 6, 7).


6.- Quien no hallare maestro que le enseñe a orar, tome a este glorioso Santo por maestro y no errará el camino. No quiera el Señor que haya yo errado atreviéndome a hablar de él; porque aunque publico que soy devota suya, en servirle y en imitarle siempre he fallado. Pues él hizo, como quien es, que yo pudiera levantarme y no estar tullida; y yo, como quien soy, usando mal de esta merced (V 6, 8).


6.- No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso Padre mío san José, que me pareció que él lo había traído, porque fray Pedro era Comisario General de la Custodia de san José, a quien me encomendaba mucho, y a nuestra Señora (V 3, 7).


7.- Un día, después de comulgar, Su Majestad me mandó con mucha insistencia que lo intentara con todas mis fuerzas, y me hizo grandes promesas de que se haría el monasterio, y que Dios se glorificaría mucho en él, y que su título fuese de san José, que él nos ampararía en una puerta y nuestra Señora en la otra (V 32, 11).


8.- Una vez estaba en un apuro del que no sabía cómo salir, pues no tenía dinero para pagar a unos albañiles, y se me apareció san José, mi verdadero padre y señor, y me dijo que no faltaría dinero y que los contratara; y así lo hice, sin un céntimo. Y el Señor de modo maravilloso que asombraba a los que lo oían, me proveyó (V 33, 12).


9.- Al glorioso san José no vi con tanta claridad, aunque vi muy bien que estaba allí, como en las visiones que he dicho que no se ven (V 33, 15).


10.- Mas ¡ay, hijas!, encomiéndenme a Dios y sean devotas de san José, que puede mucho (Cc 28ª).


11.- Ya entonces yo oraba mucho a nuestro Señor, suplicándole que no me fuese sin dejarles casa (en Sevilla), y hacía que las hermanas se lo pidiesen y al glorioso san José, y hacíamos muchas procesiones (F 25, 3).


12.- Las hermanas habían pedido mucho a san José que para su día tuviese casa (en Burgos), y sin pensar que la tendrían tan pronto, se lo cumplió (F 31, 36).


13.- Los días primeros de pascua, u otros días de solemnidad, podrán cantar Laudes, en especial el día del glorioso de san José (Const 1, 3).


14.- Aunque tenga muchos santos por abogados, tengan particularmente a san José, que alcanza mucho de Dios (Av 65).



Os dejo dos enlaces:

El primero sobre la figura de San José en general .

El segundo sobre la figura de San José con respecto al Carmelo Teresiano .

Espero que os sirvan de provecho.

¡Feliz día!

viernes, 18 de marzo de 2011

Fides et Ratio, unas pinceladas (y II)


V. Intervenciones del Magisterio en cuestiones filosóficas


La Iglesia no propone una filosofía propia ni canoniza una filosofía en particular con menoscabo de otras. El motivo profundo de esta cautela está en el hecho de que la filosofía, incluso cuando se relaciona con la teología, debe proceder según sus métodos y sus reglas; de otro modo, no habría garantías de que permanezca orientada hacia la verdad.

“El Magisterio eclesiástico puede y debe, por tanto, ejercer con autoridad, a la luz de la fe, su propio discernimiento crítico en relación con las filosofías y las afirmaciones que se contraponen a la doctrina cristiana. Corresponde al Magisterio indicar, ante todo, los presupuestos y conclusiones filosóficas que fueran incompatibles con la verdad revelada, formulando así las exigencias que desde el punto de vista de la fe se imponen a la filosofía. Es claro, además, que "ninguna forma histórica de filosofía puede legítimamente pretender abarcar toda la verdad, ni ser la explicación plena del ser humano, del mundo y de la relación del hombre con Dios".

Por último, señala el papa el profundo interés de la Iglesia por la filosofía, hasta el punto de ser parte indispensable en el estudio de la teología. ”Deseo reafirmar decididamente que el estudio de la filosofía tiene un carácter fundamental e imprescindible en la estructura de los estudios teológicos y en la formación de los candidatos al sacerdocio. No es casual que el currículum de los estudios teológicos vaya precedido por un período de tiempo en el cual está previsto una especial dedicación al estudio de la filosofía”.(62)



VI. Interacción entre Teología y Filosofía


En este capítulo se nos habla de la importancia capital de la filosofía a la hora de ilustrar ciertos contenidos teológicos, así como de la necesidad de su uso en el proceso de inculturación de la fe. En este sentido nos dice el papa “La teología se organiza como ciencia de la fe a la luz de un doble principio metodológico: el auditus fidei y el intellectus fidei. Con el primero, asume los contenidos de la Revelación tal y como han sido explicitados progresivamente en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia.(88) Con el segundo, la teología quiere responder a las exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión especulativa.”(65)

Por último, Juan Pablo II considera que el trayecto que conviene seguir en la relación entre fe y razón debe partir “siempre de la palabra de Dios revelada en la historia, mientras que el objetivo final no puede ser otro que la inteligencia de ésta, profundizada progresivamente a través de las generaciones. Por otra parte, ya que la palabra de Dios es Verdad, favorecerá su mejor comprensión la búsqueda humana de la verdad, o sea, el filosofar". La gran fecundidad de esta vía se pone de manifiesto en tantos autores cristianos que han combinado una búsqueda filosófica y los datos de la fe. El Papa cita, a título de ejemplo, a J. H. Newman, A. Rosmini, J. Maritain, E. Gilson, E. Stein, V. Solovev, P. A. Florenskij, P.J. Caadaev, V. Losskij.

Por último nos dice, “La Revelación, con sus contenidos, nunca puede menospreciar a la razón en sus descubrimientos y en su legítima autonomía; por su parte, sin embargo, la razón no debe jamás perder su capacidad de interrogarse y de interrogar, siendo consciente de que no puede erigirse en valor absoluto y exclusivo.” (79)



VII. Exigencias y cometidos actuales


En esta capítulo el papa nos advierte de los peligros actuales a los que se enfrenta el conocimiento, tales como el relativismo, el nihilismo, la ausencia de sentido…”La consecuencia de esto es que a menudo el espíritu humano está sujeto a una forma de pensamiento ambiguo, que lo lleva a encerrarse todavía más en sí mismo, dentro de los límites de su propia inmanencia, sin ninguna referencia a lo trascendente. Una filosofía carente de la cuestión sobre el sentido de la existencia incurriría en el grave peligro de degradar la razón a funciones meramente instrumentales, sin ninguna auténtica pasión por la búsqueda de la verdad.”

“Para estar en consonancia con la palabra de Dios es necesario, ante todo, que la filosofía encuentre de nuevo su dimensión sapiencial de búsqueda del sentido último y global de la vida. La palabra de Dios revela el fin último del hombre y da un sentido global a su obrar en el mundo. Por esto invita a la filosofía a esforzarse en buscar el fundamento natural de este sentido, que es la religiosidad constitutiva de toda persona. Una filosofía que quisiera negar la posibilidad de un sentido último y global sería no sólo inadecuada, sino errónea.” (81)

Finalmente nos dice “La reflexión filosófica puede contribuir mucho a clarificar la relación entre verdad y vida, entre acontecimiento y verdad doctrinal y, sobre todo, la relación entre verdad trascendente y lenguaje humanamente inteligible. La reciprocidad que hay entre las materias teológicas y los objetivos alcanzados por las diferentes corrientes filosóficas puede manifestar, pues, una fecundidad concreta de cara a la comunicación de la fe y de su comprensión más profunda.” (99)


Conclusión


Esto es un fragmento precioso de la conclusión de la encíclica; es digno de tener muy en cuenta:


“La opción de insertarse en la verdad, al amparo de la Sabiduría y en coherencia con ella, será determinante para la realización del hombre. Solamente en este horizonte de la verdad comprenderá la realización plena de su libertad y su llamada al amor y al conocimiento de Dios como realización suprema de sí mismo.” (107)

miércoles, 16 de marzo de 2011

Fides et Ratio, unas pinceladas (I)


Voy a traer unas breves pinceladas de cada capítulo de la encíclica, para que tengamos una idea general de la misma y nos sirva.

Obviamente este esquemilla no le hace justicia, porque la Fides et Ratio tiene una riqueza increíble que no puede ser captada con un simple bosquejo.

Introducción- “Conócete a ti mismo”

I. Revelación de la Sabiduría de Dios

En este primer capítulo se presenta la Revelación como conocimiento que Dios descubre al hombre, “homo capax dei” que decía Santo Tomás. En este sentido, es interesante lo que nos dicen los dos últimos concilios de la Iglesia:

Vaticano I: Sostiene con fuerza que, además del conocimiento propio de la razón humana, capaz por su naturaleza de llegar hasta el Creador, existe un conocimiento que es peculiar de la fe. Este conocimiento expresa una verdad que se basa en el hecho mismo de que Dios se revela, y es una verdad muy cierta porque Dios ni engaña ni quiere engañar.(6)

Vaticano II: El Concilio Vaticano I enseña, pues, que la verdad alcanzada a través de la reflexión filosófica y la verdad que proviene de la Revelación no se confunden, ni una hace superflua la otra: « Hay un doble orden de conocimiento, distinto no sólo por su principio, sino también por su objeto; por su principio, primeramente, porque en uno conocemos por razón natural, y en otro por fe divina; por su objeto también porque aparte aquellas cosas que la razón natural puede alcanzar, se nos proponen para creer misterios escondidos en Dios de los que, de no haber sido divinamente revelados, no se pudiera tener noticia »


II Credo ut intelligam

En este capítulo se nos habla, basándose en la Sagrada Escritura, de la unidad indisoluble existente entre el conocimiento que procede de la razón y el que procede de la fe. Una expresión del libro de los Proverbios es significativa a este respecto: « El corazón del hombre medita su camino, pero es el Señor quien asegura sus pasos » (16, 9). Es decir, el hombre con la luz de la razón sabe reconocer su camino, pero lo puede recorrer de forma libre, sin obstáculos y hasta el final, si con ánimo sincero fija su búsqueda en el horizonte de la fe.

En definitiva, el hombre con la razón alcanza la verdad, porque iluminado por la fe descubre el sentido profundo de cada cosa y, en particular, de la propia existencia. Por tanto, con razón, el autor sagrado fundamenta el verdadero conocimiento precisamente en el temor de Dios: « El temor del Señor es el principio de la sabiduría » (Pr 1, 7; cf. Si 1, 14).


III Intellego ut credam

« Todos los hombres desean saber » (23) y la verdad es el objeto propio de este deseo. La verdad se presenta inicialmente al hombre como un interrogante: ¿tiene sentido la vida? ¿hacia dónde se dirige? ¿tiene sentido mi muerte? Nadie, ni el filósofo ni el hombre corriente, puede substraerse a estas preguntas. De la respuesta que se dé a las mismas depende una etapa decisiva de la investigación: si es posible o no alcanzar una verdad universal y absoluta. De por sí, toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre.”

También nos recuerda que la verdad no sólo se alcanza por vía racional, sino también mediante la confianza en el testimonio de personas dignas de crédito. Este conocimiento alcanzado por la fe es más numeroso que el conocimiento experimental.


IV Relación entre la fe y la razón

Este capítulo realiza una síntesis histórico-teológica de cómo el cristianismo entró en contacto con la filosofía, incorporando a ésta el contenido del mensaje revelado.” Justamente aquí está la novedad alcanzada por los Padres. Ellos acogieron plenamente la razón abierta a lo absoluto y en ella incorporaron la riqueza de la Revelación”.(41)

“Un puesto singular en este largo camino corresponde a santo Tomás, no sólo por el contenido de su doctrina, sino también por la relación dialogal que supo establecer con el pensamiento árabe y hebreo de su tiempo. Argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí.”

En resumen, la fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la razón, en el culmen de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta.” A la parresía de la fe debe corresponder la audacia de la razón.”

jueves, 10 de marzo de 2011

Fides et Ratio

Una lectura que os recomiendo, si tenéis tiempo en esta cuaresma, es la encíclica Fides et Ratio, de Juan Pablo II.

Os dejo aquí un pequeño comentario introductorio que he hecho de la misma para la clase de Filosofía del conocimiento.





El núcleo del presente documento es, sin duda alguna, la cuestión de la verdad y la capacidad de la razón humana de acceder a ella. En este sentido, el autor pide que la teología y la filosofía vuelvan a caminar juntas, que recuperen su unidad profunda; “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad".

En el evangelio de Juan nos dice el Señor “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Desde esta convicción parte la fe cristiana y, por ende, su impulso misionero. En este sentido, podemos afirmar que la cuestión de la verdad es esencial en la fe cristiana, la cual desde sus inicios se ha servido de la filosofía como de una aliada insustituible.

En cuanto al objetivo fundamental de la encíclica, el Papa dice que le "ha parecido necesario acometer de nuevo y de modo más sistemático el argumento sobre la relación entre fe y filosofía", que "ha considerado justo y necesario subrayar el valor que la filosofía tiene para la comprensión de la fe", que "la fe y la razón «se ayudan mutuamente», y que "es fácil ver la riqueza que ha significado para el progreso de la humanidad el encuentro entre filosofía y teología" (N° 100-101). A su vez, la Encíclica va dirigida, además de los obispos, a los teólogos, a los filósofos y a las "personas que buscan la verdad" (N° 6).

Desde el comienzo de la Patrística, pasando por la filosofía medieval y Santo Tomás, la Iglesia siempre ha sido una buscadora incansable de la verdad que, como no puede ser de otro modo, procede de la única fuente que confiere el ser y la existencia a lo que no-es, Dios. Sin embargo, la filosofía moderna se ha ido alejando de las cuestiones sobre la fe y la razón, sobre Dios y la verdad misma, hasta tal punto, que el propio discurso intelectual se ha visto radicalmente empobrecido, sumiendo al hombre en el sinsentido de la nada.

Por su parte, el papa define al hombre como “aquel que busca la verdad” (N.28), un homo viator que va en pos del Bien, la Verdad y la Belleza y que, por tanto, sólo podrá saciarse totalmente de Aquel que se ha revelado, de la Verdad misma, ya que, como decía San Agustín, “Nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti”.

Finalmente, podemos decir que la intención última de la encíclica consiste en el intento de rehabilitar la cuestión de la verdad en un mundo marcado por el relativismo y por la esclavitud del no saber. En este sentido, se impone escuchar al Señor que nos dice “la Verdad os hará libres” (Jn 8,32). En efecto, la libertad verdadera es el primer fruto cierto de la posesión de la verdad.

martes, 8 de marzo de 2011

Inicio de la Cuaresma


«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)


Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.

El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.

2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.

El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.

El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.

El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».

Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.

El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.

3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).

En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.

En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.

Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.


Benedicto XVI