jueves, 29 de julio de 2010

Vacaciones en Roma



Mis queridos amigos hoy interrumpo el ciclo de post sobre la fe para haceros un pequeño "regalo".

Estamos en verano y todos sabemos que esta época es muy propicia para viajar y ver ciudades nuevas, visitar monumentos, disfrutar de paisajes, conocer gente... Pues bien, yo os traigo un viaje "virtual" a Roma, de modo que hagan sus maletas que el avión nos espera ya.

¡Nos vemos en Roma!


Primera parada, San Pedro

Seguimos con la Capilla Sixtina

Ahora vamos a San Juan de Letrán

Y terminamos con San Pablo Extramuros


Espero que os haya gustado el viaje, cortesía del Vaticano y la Universidad de Villanova en Pennsylvania, la cual ha digitalizado las imágenes en 3D.

miércoles, 28 de julio de 2010

Características del acto de fe (IV)

2) El camino de la Revelación



Dice el autor de la Carta a los Hebreos que Dios nos ha hablado de muchos modos y de manera fragmentaria por medio de los profetas, con obras y palabras (cf Hb 1,1). Ha salido de su Misterio y se nos ha dado a conocer. Por eso, cuando se proclama la Escritura en nuestras celebraciones se añade siempre: es Palabra de Dios. Dicha Revelación culmina en Jesucristo, porque Él es la Palabra, la Imagen y el Verbo de Dios, pues Dios mismo nos sale personalmente al encuentro en Él, en sus obras y en sus dichos. Y lo hace de una manera definitiva, por lo que Jesucristo es semejante al filtro que purifica el nombre y la enseñanza de Dios de todas las adherencias no evangélicas.

Para conocer a Dios, tenemos que acercarnos a Él con la inteligencia y con el corazón; pero también tenemos que acercarnos a Él con la fe, porque su persona excede la capacidad de toda inteligencia humana. Para nosotros, Jesucristo es Dios y el gran signo de Dios, su Imagen perfecta; conocerle a Él es conocer al Padre. Su amor es la revelación del amor que Dios nos tiene, su libertad es la libertad de Dios, su compasión ante todo sufrimiento humano es la manifestación de la compasión y de la cercanía de Dios al hombre; especialmente a los limpios de corazón.

Decimos que Jesucristo es la luz, porque nos ilumina el misterio de Dios y del hombre. Él es el rostro amoroso de Dios en nuestra historia humana, que nos esclarece el sentido último de la vida y la muerte. Y nosotros encontramos ese rostro en la Revelación.

Hablamos de la revelación de Dios en la historia, de la autocomunicación libre de Dios al hombre, realizada por medio de los profestas y culminada en Jesucristo, su Hijo. Dios se ha hecho historia en la Persona del Hijo y en la historia nos habló y nos sigue hablando con hechos y palabras. Dios mismo se da personalmente al hombre y se da a conocer. Como dice el Vaticano II:

"Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad... En esta revelación, Dios invisible (...), movido por amor, habla a los hombres como amigos (...), trata con ellos (...) para invitarlos y recibirlos en su compañía"

Esta Revelación está contenida en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia. No es, en su sentido profundo, un conjunto de verdades, sino la herencia apostólica que sigue hablando personal y comunitariamente a los hombres de hoy.

Como presencia activa de Dios y Palabra suya, además de ser interpelación y llamada, la Revelación tiene unos contenidos objetivos. Y le corresponde a todo el pueblo cristiano ir descubriendo progresivamente, a lo largo de los tiempos, esas llamadas y contenidos. El Pueblo de Dios interpreta y proclama la Revelación fundamentalmente a través de su vida: del amor fraterno, de su apuesta por el hombre, de su compromiso con los pobres y de su misma oración. Pero también lo hace mediante propuestas dirigidas a la inteligencia y contenidas en el "Credo".

Por eso, también los teólogos y los estudiosos tienen mucho que decir. Y lo hacen con su carisma y con su ciencia, preguntando a nuestra Tradición de fe y actualizando sus contenidos. Como miembros de la Iglesia, desempeñan su difícil tarea en nombre de la Iglesia. A veces surgen discusiones y preguntas en torno a cuestiones graves y, en ese momento es cuando la Iglesia, a través de su Magisterio institucional y jerárquico fija y presenta la fe que, como Pueblo de Dios, todos hemos de compartir y confesar. Pues todos los cristianos abrimos caminos y aportamos ideas, pero cuando hay que "fijar" los contenidos fundamentales de la fe, sólo el Magisterio es el intérprete auténtico de la Revelación.

Este segundo camino de acceso a Dios no implica una ruptura con el camino de la razón y, se equivocó K. Barth- un teólogo luterano lleno de intuiciones geniales y de grandes aciertos- al contraponer Revelación y razón, religión y fe.

También aquí tiene algo que decirnos la razón,( es lo que se estudia con los métodos histórico- críticos, la exégesis, el estudio filológico...) Dichos estudios nos permiten llegar al Jesús histórico (cristología implícita y cristología explícita) que no es otro que el Cristo de la fe (verdadero Dios y verdadero hombre), es por ello que lo más correcto es decir Jesucristo (Jesús-Cristo, va inseparablemente unida historia y fe).

Como nos dice el Vaticano I "el conocimiento que nos llega por la Revelación puede ser conocido por todos, aun en la condición presente del género humano, con firme certeza y sin mezcla de error alguno" "aquello que en las cosas divinas no es de suyo inaccesible a la razón humana". Además, "la razón, ilustrada por la fe, cuando busca cuidadosa, pía y sobriamente, alcanza por don de Dios alguna inteligencia, y muy fructuosa, de los miserios".


PD: He empezado a leer "Jesucristo, una propuesta de vida", del teólogo dominico Jesús espeja y me está gustando mucho. Ya os iré contando, conforme avance, qué me parece el libro en su totalidad (porque he cogido la mala costumbre de leer varias cosas a la vez... y dichas licencias sólo se las podía tomar Santo Tomás, que escribía hasta dos libros al mismo tiempo).

viernes, 23 de julio de 2010

Características del acto de fe (III)

1) El camino de la razón



Aunque no podemos "demostrar" que Dios exista sí que es posible alcanzar una certeza moral de su existencia. De las dos cuestiones que se planteó la Filosofía antigua, la medieval y, en gran medida, también la moderna- An Deus sit?; Quid Deus sit? (¿Existe Dios? ¿Qué o Quién es Dios?)- la más grave y fundamental, hoy es la primera: ¿Existe Dios? O con mayor radicalidad todavía: la pregunta sobre Dios, ¿es legítima? ¿tiene sentido preguntarse por Dios? ¿no es Dios alguien que nos resuelve una serie de problemas que no tendríamos si nos olvidáramos de dicha cuestión?

Cuando decimos "Dios" hablamos del Misterio que todo lo funda y que todo lo sostiene; del Misterio inefable. Cierto es que nadie puede probarme o demostrarme que existe Dios, pero tampoco nadie puede probarme o demostrarme que Dios no existe, ya que Dios no es objeto de demostración, en el sentido fuerte de este término. Sin embargo, la razón puede llevarme a una certeza moral de su existencia trascendente, "más allá" de lo verificable.

Él hace posible al mundo, pero no es un objeto más del mundo ni junto al mundo. Hace posible la libertad, la inteligencia y la capacidad de amar, pero ni cabe en nuestro pensamiento ni nuestra imaginación puede darle un rostro. Él es el Misterio inabarcable, que todo lo funda y lo sostiene, y a su lado, "las naciones son como gotas de agua en un cubo, como granos de arena en la balanza; los pueblos todos, como polvo que se agita" (Is 40,15)

Cuando el hombre analiza detenidamente el conjunto de lo real, descubre muchas razones para creer (el origen del universo, la vida, el ser humano...) Cierto que ninguna de ellas, si se las toma por separado, es decisiva (pero esto ocurre en todos los saberes), pero la convergencia de todas consigue dar al conjunto una fuerza de una convicción formidable. Sucede con dichas razones algo semejante a lo que acontece con el conjunto de los frágiles hilos que componen el cable que mantiene amarrado al buque en el puerto: tan formidablemente sólido es, sin embargo, el resultado de miles de hilos que, cuando se los contempla de uno en uno y por separado, son muy finos y muy frágiles.

Por eso decimos que creer en Dios es una opción razonable y bien fundada: porque se apoya en diversos motivos capaces de ser analizados y "vistos" por la razón y que, considerados en su conjunto, suscitan en el ánimo del sujeto una sólida certeza moral. Aunque no podemos demostrar- en el sentido que tiene este término en el campo de las ciencias- que Dios existe podemos, no obstante, mostrarle. Como dice el Vaticano I, podemos conocerle con la luz de la razón, pues tenemos argumentos intelectualmente serios para detectar su presencia y para invitarnos a permanecer a la espera, pues es Él quien se nos adelanta siempre y quien sale a nuestro encuentro por el camino de la razón.

-En este punto recomiendo, por su carácter serio y divulgativo, el dvd "De la ciencia a Dios", del Padre Manuel Carreira, SJ, Astrofísico, editados por la fundación EUK Mamie. Aquí os dejo el enlace De la ciencia a Dios

jueves, 22 de julio de 2010

Características del acto de fe (II)

Perdonad que tarde tanto en actualizar... pero ya sabéis lo que ocurre en verano.



III. TENEMOS RAZONES PARA CREER: RACIONABILIDAD



Aunque la Filosofía y otras formas de ejercitar la razón han llevado a muchas personas hasta los umbrales de la fe, ésta no suele ser una consecuencia del razonamiento humano. Más bien, el proceso es el inverso: que el creyente, que llegó hasta la fe por los caminos más dispares e insospechados, se cuestione en algún momento de su vida si creer en Dios por Jesucristo es una opción razonable e intelectualmente seria.

Semejante inquietud es más frecuente hoy que en otros tiempos. El progreso de las ciencias ha dado respuesta a numerosas tareas que teníamos encomendadas a Dios. Por otra parte, el desarrollo de los saberes ha puesto en tela de juicio la posibilidad misma de conocer la verdad como tal. Y finalmente, un conocimiento más riguroso de la Escritura y de la historia del Magisterio de la Iglesia puede sembrar inquietudes en el corazón del creyente. A veces, bajo actitudes de certeza inquebrantable pueden ocultarse miedos al ejercicio de la razón, que desembocan luego en diversas formas de fundamentalismo.

De ahí la importancia de la encíclica Fides et ratio, que ha venido a decirnos que la fe no tiene nada que temer de la razón ni de su búsqueda. Entre un racionalismo que pretendiera demostrar la verdad intrínseca de la fe; y un fideísmo que prescindiera de la razón como de algo inútil o nocivo, la Iglesia ha optado desde siempre por la postura que nos enseña que la fe es razonable. Es decir, que tenemos razones serias y suficientes para creer. A esta conclusión llegamos por tres caminos diferentes y complementarios, aunque tal vez sea preferible decir que llegamos por un único camino que tiene tres dimensiones que se sustentan y complementan entre sí.


En el próximo post veremos estos tres caminos:

-El de la razón
-El de la Revelación
-El de la oración

viernes, 16 de julio de 2010

Características del acto de fe (I)

Seguimos con el ciclo de post sobre la fe. Ya hemos visto que la fe es una experiencia humana básica y qué se entiende por creer en el lenguaje religioso. Ahora veremos las características del acto de fe.


I. UNA CONDICIÓN PREVIA: LA APERTURA DEL HOMBRE A DIOS


Para que el hombre pueda escuchar la llamada divina necesita, lo que Santo Tomás llamó, la potentia oboedentialis; eso que nosotros denominamos más sencillamente la apertura del hombre a la Trascendencia. Según Santo Tomás, el hombre, como ser racional y como ser capaz de amar, está capacitado para escuchar y acoger la llamada divina, si Dios tiene a bien dársele a conocer. Es un tema que trata básicamente en dos lugares: al hablar del conocimiento de Dios por la razón (31) y cuando estudia el tema de la felicidad del hombre (32). Y llega a la conclusión de que en el hombre hay no sólo una apertura a la Trascendencia, sino incluso una inclinación natural que le lleva a desear a Dios de forma implícita: en la medida en que busca la Verdad total y el Bien absoluto.

Es una cuestión que se ha vuelto a plantear con rigor y con hondura en nuestro tiempo, por parte del filósofo M. Blondel y de los grandes teólogos del siglo XX, K. Rahner, U. Von Balthasar, E. Schillebeeckx, J.B Metz y el español Juan Alfaro. Detectan esa apertura a la Trascendencia en la búsqueda de sentido que anida en el corazón del hombre ; en la tendencia a ir más allá de cuanto podemos conseguir mediante la acción humana; en la existencia de la conciencia moral, en la capacidad que tiene la opción creyente para generar una historia más humana y más libre.

Sus reflexiones nos ponen de manifiesto que, por diversos caminos, se llega a la conclusión de que buscamos a Dios sin darnos cuenta y de que Él es la única respuesta posible a esa plenitud que anhelamos. Dado que la búsqueda de sentido es el problema básico que configura nuestra personalidad (33), una eventual revelación divina que diera respuesta a nuestros anhelos de Verdad, de Bondad y de Amor se hace humanamente creíble.



II. LA FE ES UN DON QUE DIOS NOS DA SIN MERECERLO: GRATUIDAD


Podemos comenzar diciendo, con Santo Tomás, que es la gracia la que engendra la fe ("gratia facit fidem"). Ya el Concilio de Orán sostiene, en su rechazo de las teorías semipelagianas, la absoluta necesidad de la gracia para todo el proceso de la conversión, incluido el comienzo mismo de la fe personal. La fe, que denominan illuminatio, es ella misma un don que capacita al hombre para convertirse al Evangelio. También el Concilio de Trento insistirá en el carácter sobrenatural de la fe, como elemento integrante de la justificación.

Este don, que tiene su origen en Dios, nos llega por mediaciones humanas muy diversas: en el seno de la familia, en la comunidad cristiana, en la lectura de la Palabra de Dios, en la contemplación de la naturaleza, por medio de un amigo o mediante un acontecimiento de nuestra existencia personal. Son diversos caminos por los que Dios se nos da a conocer y nos ayuda a escuchar su llamada y a dar una respuesta.
Como ha escrito el teólogo Fisichella:

"La dimensión de la gracia tiene una preeminencia sustancial para la comprensión de la fe, porque toca en el mismo momento una doble realidad: el contenido de lo que la fe acepta y el acto que realiza el sujeto en el momento de creer. Por consiguiente, se manifiesta como don de Dios que, revelándose, llama al conocimiento de sí, y como acto plenamente personal mediante el cual puede cada uno realizarse a sí mismo en la verdad y libertad" (37)

A primera vista, resulta llamativo que se presente la fe como un don, pero si consiste en un acto de confianza en el otro, tenemos que recordar que el acceso al otro sólo se produce cuando toma la iniciativa de hacerse presente en nuestra vida y darnos su confianza. El amor, la amistad y la confianza no son algo que conquistamos cada uno, sino la respuesta a un don, a un paso inicial del otro que irrumpe en nuestra vida como un don inesperado.




(31) SANTO TOMÁS, S Th I, 12,1
(32)Cf Id. I-II, 3,8
(33)Cf VIKTOR FRANKL, El hombre en busca de sentido, Barcelona, Edit Herder, 1995
(37) RINO FISICHELLA, Fe, en LUCIANO PACOMIO, Diccionario Teológico Enciclopédico, Estella, Edit Verbo Divino, 1995

domingo, 11 de julio de 2010

¡Somos campeones del mundo!




Porque nos lo merecemos, porque Holanda ha jugado muy sucio, porque lo han trabajado con dignidad...

¡¡¡ESPAÑA ES CAMPEONA DEL MUNDO!!!

Estamos viviendo un acontecimiento histórico.

¡Bravo por nuestra selección!

PD: Siempre tuve fe en nuestra selección... no os negaré que se me han escapado algunas lágrimas.

jueves, 8 de julio de 2010

Qué se entiende por creer en el lenguaje religioso

Continuamos con el ciclo de post sobre la fe, este es el segundo.

Comencemos:

Cuando se realizan sondeos sobre si se cree o no se cree en Dios, nos encontramos con muchas dificultades al interpretar los datos obtenidos. Lo habitual en nuestra sociedad es que la mayoría de personas se declare creyente, pero aquí nos encontramos con un problema, el significado mismo del verbo "creer". Se trata de una palabra - y de un concepto- con un campo semántico muy amplio e impreciso. (7)

Creer no se limita a sospechar


Podemos comenzar el análisis del término creer por su significado débil, que viene a coincidir con "sopecho con algún fundamento"; "no acabo de estar seguro, pero parece lo más verosímil". Es lo que probablemente tratan de decir muchas personas cuando afirman que creen en Dios pero que no practican. Sospechan con mayor o menor base que tiene que haber "Algo" o "Alguien" que sea el fundamento último de todo lo real y que permita que el mundo funcione bastante ordenadamente. Tal vez, más que de una fe, tendríamos que hablar de un "no saber". Su actitud se diferencia del saber científico como se diferencia lo no seguro ni fundado de lo que se sabe con total seguridad; lo no comprobado suficientemente de lo fundado y comprobado con rigor. Es un creer que no compromete a nada ni tiene consecuencias importantes sobre la vida y los comportamientos de la persona. Por eso suelen añadir en seguida que "no practican", aunque sí rezan algunas veces. Nosotros vamos a prescindir de este significado cuando hablemos de la fe o de creer en Dios.


Creer como acto de confianza en el otro


El término en cuestión también puede significar el acto de confiar en alguien con mayor o menor firmeza: creo en ti, me fío de ti. Se trata de un acto originario de la persona, en el que participa ésta con todo su ser: corazón, voluntad e inteligencia. Es el acto mismo por el que la persona se entrega al otro y se pone confiadamente en sus manos. Es fruto de un encuentro entre personas, que se inscribe en la profundidad de las relaciones interpersonales y que se mantiene vivo y siempre abierto. Es la fe personal.


Creer como aceptación de lo que el otro me dice


La fe personal - yo creo en ti, me fío de ti - es también una fuente de conocimiento, pues precisamente porque me fío de ti, creo lo que me dices. Es decir, que a la fe personal la suele acompañar siempre la fe afirmativa, por la que acepto como verdadero lo que me dices. Y, además, lo que me dices es el único camino seguro de que dispongo para saber lo más íntimo de ti y para conocerte con profundidad, pues si me faltara la fe en ti y en lo que tú me dices, tu intimidad profunda me resultaría inasequible. Desde fuera, con ayuda de los diversos test, de los análisis y de las observaciones, puedo reunir muchos datos valiosos, pero tu ser más profundo y tu verdadera grandeza me quedarían siempre ocultos. Y difícilmente podré seguir confiando en ti y creyendo en ti, si no te conozco y si tú mismo no ejerces el acto de confianza de revelarme tu intimidad.

En el campo teológico se suele hablar de la fe subjetiva (la fides qua de los escolásticos) y de fe objetiva ( la fides quae). La fe subjetiva parte de la que hemos llamado fe personal, de la confianza que tenemos en alguien, y se prolonga en la fe que hemos llamado "afirmativa", en la aceptación de lo que nos dice el otro presisamente porque nos lo ha dicho él.
El Vaticano I resaltaba el aspecto afirmativo de la fe subjetiva diciendo:


"Es una virtud sobrenatural por la que, con inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por Él ha sido revelado, no por la intrínseca verdad de las cosas, percibidas por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que la revela" (8)

Sin embargo, la dimensión personal de la fe como confianza y entrega confiada está muy subrayada en los Padres de la Iglesia y en los autores medievales. San Agustín, tras haber insistido en la necesidad de acoger la doctrina de Jesús - en la necesidad de creer lo que Jesús nos dice- añade enseguida que no basta creerle sino que hay que creer en Él; y creyendo, hay que buscarle amorosamente al creer, hay que ir a su encuentro. En este contexto se pregunta:

"¿Y qué es creer en Él? Amarle, ir a su encuentro creyendo, incorporarse a sus miembros... No se trata de una fe cualquiera sino de la fe que actúa por el amor. Exista en ti esta fe y comprenderás la doctrina". (9)


También San Cirilo de Jerusalén subraya lo que hemos denominado fe afirmativa cuando dice que es:

"Una fe, por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades". (10)


Sin embargo, pone de relieve la que hemos llamado fe personal, al decir de ella que es una fe:


"Capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana... Es de esta fe de la que se afirma "si fuera vuestra fe como un grano de mostaza". Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego y, plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas..., así también la fe cuando arraiga en el alma, en pocos momentos realiza grandes maravillas". (11)


Es la misma línea de pensamiento que seguirá San Buenaventura, para quien la fe - él se centra en la fe personal- es fundamentalmente un proceso afectivo y una experiencia cálida de Dios, que te permite entender y aceptar la verdad de Dios y del hombre:


"No crea nadie que le basta la lectura sin la unción, la especulación sin la devoción, la investigación sin la admiración, la circunspección sin el regocijo, la pericia sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría inspirada por Dios". (12)


La dimensión afirmativa de la fe ha sido la más resaltada a partir de Trento y a lo largo del siglo XIX, frente a la fe fiducial de Lutero. En el diálogo y las disputas con el deísmo, con el racionalismo y con la ciencia incipiente, la Teología se esforzó en presentar la fe como un conocimiento sólido y fiable, basado en la autoridad de Dios que nos lo ha revelado.
Simplificando mucho, los catecismos venían a decir que tener fe es "creer lo que no vemos". Se nos pedía el asentimiento de la razón a las verdades de la fe, a los dogmas. Pero el "asentimiento intelectual" a las verdades confesadas resultaba frío y "sin unción". Por ello, el Vaticano II se hizo eco de toda una línea de renovación teológica, que arranca del cadernal Newman y debe mucho a los teólogos Rousselot y Mouroux y al filósofo Blondel. En ella se vuelve a unir ambas dimensiones, la personal y la afirmativa, como aspectos inseparables del mismo acto de creer cristiano. Con palabras de la Constitución sobre la Divina Revelación del Vaticano II:


"Por la fe, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece "el homenaje total de su entendimiento y de su voluntad", asintiendo libremente a lo que Dios revela" (13)


La fe objetiva (fides quae), por su parte, es el contenido de la fe, que se condensa en el Credo que confesamos y constituye la base doctrinal permanente, en la que se han explicitado las verdades básicas de la Revelación: Creo en Dios Padre, creador; creo en Jesucristo, muerto y resucitado, salvador; creo en el Espíritu Santo, santificador.

Concluyendo, podemos decir que la fe de la que vamos a hablar no tiene nada que ver con ese sentido débil de "no saber", de "sospechar con algún fundamento". Cuando hablamos de fe en Dios nos referimos a un encuentro personal y siempre abierto con el Padre,por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es un encuentro que se renueva sin cesar y que nos impulsa a entregarnos a Dios, llenos de confianza (credere in Deum); a escucharle, aceptando como verdadero cuanto nos ha revelado (credere Deo); y a confesar el Credo (credere Deum).
Lejos, pues, de ser una sospecha fundada, la fe es un encuentro entre personas que fundamenta nuestra vida y nos ilumina el misterio del mundo y del hombre. O lo que es igual, la fe es una mezcla inseparable de fe personal y de fe afirmativa. Como dice Santo Tomás " ad fidem pertinet aliquid et alicui credere", " corresponde a la esencia de la fe, creer algo y a alguien" (14).




(7) Cf H.FRIES, Teología Fundamental, Barcelona, Edit Herder, 1987, pgs 24-28
(8) DH 3008
(9) SAN AGUSTÍN, In Johannis evangelium, 29, 6.
(10) SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 5. Sobre la fe y el símbolo
(11) Id. 10, PG 35, 518
(12) SAN BUENAVENTURA, Itinerarium mentis in Deum, 4.
(13) VATICANO II, Dei Verbum, 5
(14) S. Th II-II, q. 129, a.6.



PS: Bien sé que es larguísimo lo que he escrito hoy, pero es para compensar los días que voy a estar de vacaciones sin escribir.

Un abrazo a todos.



miércoles, 7 de julio de 2010

¡España a la final!


Podría comentar con detalle cómo hemos sido superiores en la primera parte y, especialmente, en la segunda pero... lo único que me sale decir ahora es ¡nos hemos comido a Alemania con papas!

Sin duda alguna, nuestro mejor partido en el mundial hasta el momento; Estamos haciendo historia.

¡A por Holanda! ¡A ganar el mundial!


PD: ¿Qué pronosticará ahora el pulpo?

martes, 6 de julio de 2010

Calificaciones 1er curso de Teología


ISCR "San Pablo", Málaga



Introducción a las Sagradas Escrituras - Notable
Introducción al Antiguo Testamento - Notable
Introducción al Nuevo Testamento - Notable
Antropología Filosófica - Sobresaliente
Ética - Sobresaliente
Filosofía y Fenomenología de la Religión - Notable
Teología Moral Fundamental - Notable
Historia de la Filosofía - Sobresaliente
Teología Fundamental - Matrícula de Honor


PD: Perdonad el inciso, pero os prometí poneros las notas cuando las tuviera y lo prometido es deuda.

Doy gracias a Dios por este curso.

lunes, 5 de julio de 2010

La fe es una experiencia humana básica

Queridos amigos, tomando como fuente el libro "La apuesta por Dios", de mi profesor Don Juan Antonio Paredes Muñoz, me propongo iniciar un ciclo de post sobre la fe.
No pretendo gran cosa puesto que no soy nadie para hablar de algo tan elevado, simplemente daré unas pinceladas sobre el tema basándome en dicho libro, ya que éste es una guía segura.

Comencemos:


Es imposible una experiencia humana sin fe, pues creer pertenece a la esencia misma del ser humano. En medida diferente, todos creemos en la vida, creemos en los demás y a los demás y creemos en nosotros mismos. O sea, que "creer" es consubstancial al hombre. Desde esta estructura antropológica original surge la apertura a la Trascendencia; la fe en Dios.
Como dice Franco Ardusso, siguiendo de cerca las fuellas de B. Welte:

"No existe ningún hombre en la tierra que no tenga una fe original o que no tenga fe; es decir, que no posea convicciones, certezas, creencias, persuasiones, confianza, de lo que no tiene una total evidencia ni una demostración lógica".
"No se trata sólo de un dato de hecho, de una pura constatación fenomenológica, sino de una necesidad, hasta el punto de que es preciso afirmar que, para el hombre, en la condición actual, lo impensable no es la fe, sino la eliminación total de la fe" (5)

Por otra parte, la mayoría de nuestros conocimientos se apoyan en la confianza que nos merecen los demás. De modo que la fe, en cuanto fuente de conocimiento humano y en cuanto confianza en la vida, es un componente antropológico que hace posible la convivencia. Y es también, como he dicho, la estructura antropológica original, sobre la que se inscribe la apertura humana a la Trascendencia, cuando se interroga sobre el hambre insaciable de bondad, de belleza, de verdad y de amor que lleva en sí mismo; sobre el enigma de la muerte y sobre el bien; en una palabra, sobre el sentido. Pues como dice también Ardusso:

"Si luchamos por la verdad, por la justicia, por la felicidad; si sufrimos por la injusticia y por la falsedad; si no hay nada que logre apagar por completo nuestras aspiraciones y nuestra necesidad de amar y ser amados; si la muerte se nos presenta como un límite que nos gustaría superar, es porque creemos implícitamente en un sentido absoluto, en un futuro absoluto, en una bondad primordial". (6)



Fuente: "La apuesta por Dios", J.A Paredes
(5) F. ARDUSSO, Aprender a creer. Las razones de la fe cristiana, Santander, Edit Sal Terrae, 1999, pg 25
(6) Id 27.


jueves, 1 de julio de 2010

Vías tomistas para llegar a Dios


Hoy os traigo, mis queridos amigos, las famosas cinco vías de Santo Tomás para llegar a Dios.
Bien sé que para quien no esté muy familiarizado con el estudio de la filosofía sea algo casi imposible de comprender, puesto que habría que empezar explicando conceptos previos como el de "esencia", "existencia", "simple" "compuesto", "ser en acto, ser en potencia" etc... Para ello os dejo un Diccionario que os puede servir de ayuda.

Con todo, hoy las traigo a mi blog para ciertas personas a las que le gusta la filosofía pero que no conocen dichas vías y, en definitiva, para todos aquellos que quieran acercarse a este gran filósofo.
Podríamos decir que es una "lectura recomendada" para este verano "bloggero".








1) La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto. La potencia no puede pasar a acto más que por quien está en acto. Ejemplo: el fuego, en acto caliente, hace que la madera, en potencia caliente, pase a caliente en acto. De este modo la mueve y cambia. Pero no es posible que una cosa sea lo mismo simultáneamente en potencia y en acto; sólo lo puede ser respecto a algo distinto. Ejemplo: Lo que es caliente en acto, no puede ser al mismo tiempo caliente en potencia, pero sí puede ser en potencia frío. Igualmente, es imposible que algo mueva y sea movido al mismo tiempo, o que se mueva a sí mismo. Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor. Ejemplo: Un bastón no mueve nada si no es movido por la mano. Por lo tanto, es necesario llegar a aquel primer motor al que nadie mueve. En éste, todos reconocen a Dios.


2) La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo, cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en consecuencia no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman Dios.

3) La tercera es la que se deduce a partir de lo posible y de lo necesario. Y dice: Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de no existir, en un tiempo no existió. Si, pues, todas las cosas llevan en sí mismas la posibilidad de no existir, hubo un tiempo en que nada existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía, es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es absolutamente falso. Luego no todos los seres son sólo posibilidad; sino que es preciso algún ser necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder indefinidamente, como quedó probado al tratar las causas eficientes (núm. 2). Por lo tanto, es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás. Todos le dicen Dios.


4) La cuarta se deduce de la jerarquía de valores que encontramos en las cosas. Pues nos encontramos que la bondad, la veracidad, la nobleza y otros valores se dan en las cosas. En unas más y en otras menos. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es muy veraz, muy bueno, muy noble; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son sumamente verdaderas, son seres máximos, como se dice en II Metaphys. Como quiera que en cualquier género, lo máximo se convierte en causa de lo que pertenece a tal género -así el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su existir, de su bondad, de cualquier otra perfección. Le llamamos Dios.


5) La quinta se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Pues vemos que hay cosas que no tienen conocimiento, como son los cuerpos naturales, y que obran por un fin. Esto se puede comprobar observando cómo siempre o a menudo obran igual para conseguir lo mejor. De donde se deduce que, para alcanzar su objetivo, no obran al azar, sino intencionadamente. Las cosas que no tienen conocimiento no tienden al fin sin ser dirigidas por alguien con conocimiento e inteligencia, como la flecha por el arquero. Por lo tanto, hay alguien inteligente por el que todas las cosas son dirigidas al fin. Le llamamos Dios.